Periódico de jóvenes y trabajadores, antimperialista y anticapitalista

El Espejo Nro 194

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jueves, 13 de agosto de 2009


El Ejecutivo no despierta del sopor provocado por la derrota. Descarga tarifazos insoportables y mira sin reflejos el aumento de la desocupación. Carece de energía porque no tiene estrategia. Se limita a desplantes de vana suficiencia y maniobras sin futuro. El diálogo es un torpe recurso para ganar tiempo. Kirchner vuelve a buscar refugio en el PJ después de insultar a los intendentes del conurbano y amagar con el “transversalismo”. Pero unos y otros huyen de su lado. La oposición muestra su endeblez y se desgrana sin atinar a resolver el punto táctico central para ellos: hacerse del gobierno ahora o sostener al elenco actual hasta 2011.
El país no tiene timón, ni timonel. El malestar social sube como mercurio en un cuerpo afiebrado. Mientras el gobierno se desliza hacia la ingobernabilidad, proliferan intentos de reagrupamiento con base en un programa de democracia participativa y proyección latinoamericana. Pero aún está lejos la actitud y la aptitud para asumir las ineludibles tareas que plantea la crisis.

El activo militante, en todo el arco ideológico que presenta la realidad nacional, tiene ante sí el desafío de adoptar esa actitud y trabajar para alcanzar las aptitudes necesarias. En primer lugar, pensar en la necesidad de gobernar el país. Como conjunto plural pero a la vez homogéneo frente a los enemigos de la soberanía y la igualdad. Y como consecuencia, actuar para construir los instrumentos organizativos y políticos necesarios para tamaña empresa.
No hay otra manera de actuar frente a la crisis. Limitarse a exigir aumentos de salarios es una garantía de que a la vuelta de la esquina nos encontraremos con ingresos reducidos a sumas miserables. Limitarse a negar los despidos, nos llevará en poco tiempo a sufrir índices altísimos de desocupación. Limitarse a protestar por la incapacidad y las trapisondas del gobiernos, hará que un mal día nos encontremos con que este gobierno acaba de disolverse y deja al país en manos de los agentes directos del imperialismo y lo peor del gran capital local.
No es que no debamos reclamar aumentos salariales, defender el empleo y condenar las vacilaciones y complicidades del gobierno. Es que no podemos quedarnos en eso. Es preciso pensar que si a este elenco lo reemplaza otro de cualquiera de los partidos y alianzas de la burguesía, el país entrará en caída acelerada, para repetir aumentado el colapso de 2001. La opción es inapelable: o el próximo gobierno es de los trabajadores y el conjunto del pueblo, o la existencia misma de Argentina, tal como la conocemos, está en peligro.
Hay innumerables intentos de debatir estos temas y reagrupar fuerzas en todo el país, en todos los sectores sociales explotados y oprimidos. Reunir esos esfuerzos y hallar un cauce común, un programa y una dirección política unificadora de las grandes mayorías, para pelear por el poder político, es la tarea de la hora.

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