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jueves, 16 de septiembre de 2010

Ayer y hoy, los errores se pagan caro


Memoria: Los errores de Noé es una obra intensa que tiene como fin remover los escombros de la memoria y que el espectador esté atengo a que, a pesar que han pasado más de 30 años, los enemigos siguen estando con distintas máscaras y métodos un poco más camuflados. El director Yoska Lázaro presenta una pieza distinta, que explora de manera original un tema duro que cada vez más se difunde y estudia: la violación a los derechos humanos y la impunidad del enemigo.

Ratas. Escondidos como estos roedores estaban, atentos a las voces, los sonidos de las botas asesinas, impávidos esperando algún guiño del destino que les devuelva lo más anhelado por cualquier ser humano: la libertad y la felicidad.
A veces parece que una situación crítica va a cambiar de repente, que todo va a mejorar, que por fin pasará algo bueno que dé un ratito de bienestar; pero a veces, ese momento nunca llega, y el tiempo no pasa, las horas son eternas y las gotas que caen del techo retumban como tambores de África esperando a su enemigo, al invasor.
Algunas de estas sensaciones, difíciles de explicar con palabras, son las que se viven en Los errores de Noé, una pieza teatral concreta y directa, que golpea como una piña de un peso pesado sobre el espectador y va directo al mentón de la sensibilidad. De hecho, logra lo que se propone: el arte como transformador social.

Circunstancias

En plena dictadura militar, Osvaldo Bayer tenía un plan: regresar al país cuando Jorge Rafael Videla le traspasara el mando a Roberto Viola. Vendría acompañado de intelectuales reconocidos: Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Günter Grass y algunos más. La Iglesia Evangélica Alemana aportaría un avión y ayudaría a financiar la aventura. Sin embargo, el plan no pudo concretarse. Mientras tanto, en Argentina esperaban, planeaban y recibían indicaciones a la distancia. El conflicto se acrecienta paso a paso en la obra, con un comienzo tibio y de incertidumbre. Las acciones crecen, la tensión es inminente y muestran, quizás a las nuevas generaciones, qué sentían, pensaban y sufrían los perseguidos por los militares, los señalados, los que estaban en las listas negras (cualquier semejanza con la actualidad no es pura coincidencia).
Como sucede en muchas obras de la escena independiente argentina, las actuaciones no son parejas, sin embargo el contenido de la pieza predomina ante lo puramente actoral. Lázaro cree que había muchas cosas que no podía dejar de contar, con una breve historia, que pasó, que nos pasó, que nos puede volver a pasar si no estamos atentos, si no identificamos al enemigo. Debe sentirse contento, pues lo logró. Otra vez, el arte como transformador social, de alguna manera, una forma de cambiar la realidad.

Desde Buenos Aires, Matías Tisocco

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