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miércoles, 15 de julio de 2009

"Tranversalidad: fuga de todos hacia ningún lugar"

Idéntico título tuvo esta columna de contratapa en la edición Nº 2 de El Espejo, el 15 de septiembre de 1994. Debimos repetirlo en 2003. En julio de 2009, es preciso recurrir a él otra vez. El camino seguido por las vanguardias políticas en Argentina está resumido en esta reiterada necesidad.
Ahora habrá que corregirlo, sin embargo. Esta vez no serán todos, como cuando el Frente Grande se transformó en Frepaso y llevó al país al abismo de la Alianza. O como cuando un ignoto mandatario llamaba a atravesar líneas de clase, de ideología, de política, de estrategia y de cualquier otro valor científico o moral, para acompañarlo en un “modelo” jamás definido, a menos que se entienda por tal la adhesión a una palabra carente de sentido: “neokeynesianismo”.
Menos por asimilación de la experiencia que por el peso de la circunstancia, esta vez es probable que ni siquiera la avidez de ciertos intelectuales sea suficiente para reincidir: convoca un ex presidente a quien la sociedad le ha dado la espalda.
Imposible separar la política del tiempo. Por eso conducir, en términos históricos y con sentido de la meta, es prever. Quien no se esfuerce por encontrar los signos ocultos de los acontecimientos en su devenir –y lo logre- muy difícilmente se salve del fracaso. A menudo, tampoco del ridículo. Cuando Néstor Kirchner ubicó a Julio Cobos como candidato a vicepresidente de su esposa, con el argumento de la “transversalidad”, simplemente cambiaba cargos y prebendas por un puñado de votos radicales aspirados por personajes sin principios y sin otro motor que la codicia, en medio de la deserción generalizada.

Aquella jugada salió bien en primera instancia: aunque duró poco, Cristina Fernández se salvó de una segunda vuelta, que la hubiese llevado a la derrota. Inmediatamente antes y después de aquella elección, Kirchner se proclamó presidente del Partido Justicialista y amuralló cualquier posibilidad “transversal”. Al primer conflicto social, el salvavidas radical se convirtió en el principal opositor del gobierno. Es posible definir esta conducta como pragmatismo. Pero hay un término más descriptivo y preciso: desesperación.
Alba, intelectuales, sociedad y clase obrera
Ahora Kirchner vuelve a la carga. El pragmatismo falló; la desesperación es evidente. Siete días después de malograda su pretensión de sortear la coyuntura presentándose como candidato a diputado, y seis días después de su renuncia como presidente del Partido Justicialista, organizó un acto público con sus intelectuales y les dijo que volvería a la “transversalidad”. Ignoramos cuántos de los firmantes de cartas abiertas a la sociedad estaban allí. Y cuántos le creyeron. Como sea, el ex presidente promete recorrer el país con esta propuesta. Lo haga o no, es preciso estar alertas. Aunque es ínfima la probabilidad de que semejante impostura pueda tener eco en la clase obrera, en la intelectualidad y el conjunto social, no se puede permitir –ni siquiera en versión farsesca- la repetición del crimen histórico cometido en 1994 y reiterado en 2003: el desvío de las juventudes, los trabajadores y la intelectualidad hacia un callejón sin salida para evitar la revolución.
Sólo por la omisión de la clase obrera en función política fue posible que ciertos intelectuales contribuyeran a arrastrar en masa a la juventud en tamaño desvío. Pero los trabajadores estaban sufriendo el derrumbe de todo un período histórico y no tenían la menor chance de resolver la encrucijada. En abstracto, esa posibilidad sólo estaba en la intelectualidad. Pero ésta, con las bien conocidas excepciones, sumó fuerzas para empujar hacia el abismo.
Esta vez el mundo es diferente. Se agotó la ilusión en el capitalismo, hoy en una crisis más grave que cualquiera otra en su historia. Y la idea de la revolución ya recuperó carnadura. No en Argentina, todavía, pero sí en América Latina, con eje en los países del Alba.
A quienquiera que acuda a hablar de transversalidad es preciso presentarle el programa del Alba. Y si ese alguien es parte del gobierno, sólo será creíble si éste suma a Argentina a ese bloque antimperialista continental, lo cual incluye una política interior definida por la inmediata recuperación de las privatizadas, el establecimiento del control de cambios y la reforma impositiva. No hay ya más espacio para el engaño.

Luis Bilbao

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