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jueves, 15 de octubre de 2009

El gobierno se alinea con el imperialismo


Lejos de incorporarse al Alba, Brasil y Argentina optaron por acudir al canto de sirenas de la reunión del G-20 realizada en Pittsburgh el 24 de septiembre. Allí, los 20 firmantes admitieron que la crisis mundial tiene una naturaleza subjetiva, que ya ha quedado en el pasado y que ocurrió por falta de controles.

Aunque la realidad demuestre lo contrario, el imperio insiste en sostener los diagnósticos que vaticinan una pronta salida de la crisis, manteniendo con uñas y dientes la espuma del capitalismo. Así sucedió en la Cumbre del G20 y se ratificó en la reunión del FMI en Estambul: “La peor crisis económica y financiera que se vive en décadas a nivel global podría estar superada como muy tarde dentro de un año”, afirmó el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn. En este marco, el gobierno argentino se mostró por estos días dispuesto a poner el cuerpo una vez más en pos del “salvataje” del sistema. Sin embargo, y aunque se reconoce que a un año del colapso mundial capitalista, Estados Unidos recuperó terreno, las victorias son limitadas y sin duda efímeras. Los estrategas del Departamento de Estado se apoyan en haber frenado la caída libre de la economía mundial, postergando inciertamente la transformación de la recesión en depresión. Por otra parte, países como China, Rusia e India desperdiciaron su posibilidad de impulsar subsistemas financieros para resguardarse de la caída del dólar y ganar espacio en su disputa por mercados y áreas de influencia. Por el contrario, no sólo se alinearon a la estrategia estadounidense para afrontar la crisis, sino que le cedieron a Washington el poder para regentear la aplicación de esa línea de acción. Brasil y Argentina, aunque tuvieron una opción concreta a su alcance: incorporarse al Alba, optaron por el intento de salvataje de la economía capitalista. La Alianza para los Pueblos de Nuestra América (Alba) tomó un rumbo diferente para afrontar la crisis y cuenta con un subsistema económico-financiero regional que suma ya nueve países y planea tener una moneda común de intercambio, el Sucre. Brasilia y Buenos Aires, sin embargo, acudieron al canto de sirenas de la reunión del G-20 realizada en Pittsburgh el 24 de septiembre. Allí, los 20 firmantes admitieron que la crisis mundial tiene una naturaleza subjetiva, que ya ha quedado en el pasado y que ocurrió por falta de controles.

Brasilia y Buenos Aires
Como si se tratara de poner fichas aquí o allá, tras la firma del documento de la reunión del G20, Lula Da Silva y Cristina Fernández participaron de la IIª Cumbre América del Sur-África (ASA). La firma de una operación de salvataje del capitalismo y la afirmación de lo acordado en la cumbre América del Sur- África es incompatible. En la reciente ASA fueron ratificados nuevos y ya existentes planes proyectados hacia subsistemas financieros y mecanismos de intercambio, interconexión y complementación productiva, comercial, científica y política, al margen y en contra de la estrategia estadounidense. De eso se trata el acuerdo para la creación del Banco del Sur (demorado desde 2007 en su concreción por las vacilaciones de Brasilia y Buenos Aires), y la Declaración de Porlamar, que en su proclama exhorta a “fortalecer los sistemas regionales, a través de la promoción de instituciones financieras y monetarias desde una visión de solidaridad, cooperación y desarrollo regional”, para inmediatamente plantear “la necesidad de avanzar en la adopción de medidas de protección financiera, necesarias para prevenir los costos de la crisis financiera internacional”. Pero Argentina vuelve días después a su táctica esquizoide. O en realidad definida, porque en definitiva no ha dado el paso de integración al Alba. Quizás, porque como indicó hace pocos días Evo Morales “hay que tener principio revolucionario para poder adherirse al Alba”. Prefiere en cambio volver a las fauces del FMI que anuncia con bombos y platillos que “dio su primer paso para otorgar mayor peso a las economías emergentes dentro de la entidad, al apoyar la propuesta del G20 de aumentar en al menos 5% las cuotas de decisión de las naciones en desarrollo”. Los medios del capital se alegran con estas políticas: “Otra señal de acercamiento del Gobierno al FMI”, “Boudou confirmó el regreso a los mercados de capitales”, anunciaban eufóricos desde sus titulares. “Argentina le dio luz verde al FMI para que vuelva a monitorear su economía tras tres años con sus relaciones congeladas, en una decisión que podría ayudar al país a regresar a los mercados de deuda internacional”. Mientras tanto, el director gerente del FMI pedía en Estambul el refuerzo de las funciones de este organismo. El ex ministro francés de Finanzas, afirmaba que era el momento de “ampliar el mandato” del Fondo.
Y el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Nicolás Eyzaguirre, planteaba que “acercarse al Fondo no es para nada una vergüenza”. Pocos medios reflejaron las protestas en Estambul en contra del encuentro del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), y pocos repitieron el eslogan de los manifestantes: “Haz del capitalismo historia”.

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