Periódico de jóvenes y trabajadores, antimperialista y anticapitalista

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jueves, 15 de octubre de 2009

Obreros y estudiantes vuelven a buscar su lugar en el centro del escenario


Comienza –sólo comienza- una nueva fase en la lucha de clases. Los informes reproducidos en estas páginas eximen de mayor comentario. Tomando como punto de partida el momento en que para enfrentar al PJ conducido por Menem predominó el Frente Grande (FG), la clase obrera y el pueblo está a la vez más débil e incomparablemente más fuerte. Vale explicar la contradicción: más débil, porque la fragmentación, el desaliento, la confusión, son incomparablemente mayores; más fuerte, porque precisamente aquello que provocó esa parte negativa, se ha transformado en sentido positivo. Véase por ejemplo cómo se alinean las fuerzas que en su momento formaron el Frente Grande. Si bien una parte está hoy con el gobierno (el Sr. Álvarez, convertido en oscuro funcionario de última categoría; el PC, una parte de la CTA y un grupo que mantiene el nombre de FG), el grueso de quienes lo apoyaron y una parte considerable y políticamente valiosa de los entonces dirigentes de aquella funesta experiencia, están ahora buscando un camino de unidad social y política con programa antimperialista. Entre uno y otro, el resto de las izquierdas, salvo excepciones, debilitado y fragmentado al extremo, no parece haber extraído ninguna enseñanza de la dura experiencia vivida en los últimos 20 años, es decir, no cuenta en la partida por mucho que grite en la coyuntura.

El trasfondo del auge

Para el total de 2009, aunque la manipulación del Indec dificulta un cálculo serio, se estima que la caída del PBI será como mínimo del 3%. Para 2010, se espera una reversión de la tendencia, con un crecimiento del 2%. Esto merece varias aclaraciones: a. el imperialismo ha logrado a la fecha impedir que de la recesión la economía mundial pasara a la depresión. No habrá crecimiento. No habrá disminución de la desocupación y, por el contrario, los despidos en masa continuarán (como muestra, 46 mil obreros de la electricidad en México, en la segunda semana de octubre). Además, en modo alguno se puede excluir la posibilidad de un nuevo colapso financiero a corto plazo (lo están anunciando algunos de los más reconocidos economistas del gran capital). Pero, si esto último se demora, es posible que la economía argentina pase a un aumento del 2% del PBI en 2010; b. un crecimiento del PBI del 2% (entiéndase bien: no del producto per capita), aún cuando no se cuenta con datos precisos sobre el aumento demográfico, no es crecimiento, sino estancamiento; c. las medidas tomadas como parte de la campaña electoral (sostenimiento ficticio del empleo con pago de salarios a empresas privadas con fondos del Estado), no podrán sostenerse. Tampoco la postergación de despidos (como muestra Terrabusi) para ajustar la producción (y el nivel de explotación) a las nuevas circunstancias. En resumen: no habrá crecimiento y el empleo total continuará en disminución. Es en ese contexto que se dará la lucha por la distribución de la riqueza. Mientras tanto el Estado está también en un cambio de 180 grados en su papel frente a los trabajadores y el pueblo. El superávit es cosa del pasado. Hay por lo menos cinco provincias (con Buenos Aires, Chaco y Córdoba a la cabeza), que ya no tienen fondos para pagar salarios. Además, el Estado nacional debe pagar deuda externa para la cual, hasta el momento, no tiene crédito. Por eso el gobierno vuelve al FMI, que para autorizar nuevos préstamos exigirá (¡¡como antes de que alegremente Kirchner le regalara 10 mil millones de dólares para cambiar liberación por billetes verdes!!) medidas de ajuste.

Cómo luchar por la distribución de la riqueza
Así las cosas, este nuevo auge de la lucha de clases se produce en un contexto de necesidad objetiva del capital por hacer pagar la crisis a los trabajadores y de estos por recuperar terreno largamente perdido, con el Estado sin aliento para sostener políticas distributivas, el gobierno acosado por la crisis política (Kirchner tiene un 80% de imagen negativa y su esposa un 75%), y con la burocracia sindical puesta entre la espada del movimiento obrero que inicia su renacimiento y la pared de su condición servil del capitalismo en general y de este gobierno en particular. Que haya policías y gendarmes en Terrabusi no es culpa de la patronal yanqui. Es el gobierno nacional –con apoyo de Scioli- quien los manda allí. Las burocracias se alinearon primero con la patronal y luego, cuando el movimiento explotó en dimensiones no previstas, buscaron reacomodarse. Pero nadie tiene dudas: juegan y jugarán con el capital, incluso si por exigencias insoportables se vuelcan circunstancialmente del lado de los trabajadores. Pero el problema no es sólo ni principalmente ése. La dificultad real es que las dirigencias honestas y combativas, tanto en Terrabusi como en prácticamente la totalidad de los conflictos por salario y/u ocupación que se observan en todo el país, obran como si creyeran que es posible obtener esas demandas sin pasar directa y plenamente a la lucha política. No es así. No hay modo de sostener el empleo, atenuar la superexplotación, recuperar salario real, con meros reclamos gremiales. O con la obtención de alguna banca más, o algún cargo ejecutivo menor, en las elecciones de 2011. El fantasma del descontrol político de 2001 vuelve a aletear en el panorama político argentino. Pero todo es diferente. El eje no está en el ahogo económico, sino en el rechazo político masivo provocado por la polarización extrema de la riqueza. Esta vez, en lugar de quedarse al margen, la clase obrera podría ocupar el lugar que le corresponde. Y las dirigencias sindicales y políticas honestas y combativas, podrían por fin comprender que ya basta: que ha llegado la hora de replantear la acción sindical y la función de los genuinos dirigentes. Ha llegado la hora de olvidar candidaturas y poner en su lugar proyectos estratégicos capaces de ganar el corazón y la conciencia de las mayorías, para sumar a Argentina a la América Latina que lucha por el socialismo del siglo XXI.

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