Carta abierta de H.I.J.O.S. a nuestros hermanos y hermanas

Si naciste entre 1975 y 1980 y creés que podés ser hijo de desaparecidos, estas palabras son para vos:

Esta carta es para los jóvenes que hoy tienen entre 30 y 35 años y que podrían ser nuestros hermanos, hijos de desaparecidos, que aún no conocen su identidad.
Les escribimos esta carta porque queremos decirles muchas cosas. Algunas nos encantaría decírselas cuando nos encontremos, pero mientras los esperamos queremos que sepan otras.

Hace más de 30 años, nuestras mamás estaban embarazadas de ustedes cuando fueron secuestradas. Ellas los tuvieron en sus vientres, estando privadas de su libertad, y los amaron profundamente. Los soñaron con un nombre, una infancia con nosotros –sus hermanos, abuelos y tíos- y una vida en un mundo mejor. Y ustedes nacieron en cautiverio. Pero con el derecho a ser quienes son, a saber quiénes son.
Queremos hablarles desde nosotros, sus hermanos. Desde hace muchos años esperamos abrazarlos, conocerlos, empezar a compartir la vida, con sus sobrinos y los nuestros, con las anécdotas que no conocemos, con las comidas que nos gustan –como los asados de bienvenida cuando alguno de ustedes se reencuentra con su familia-, los mates que nos reúnen algunas tardes, las fotos que nos cuentan las historias que nos robaron, con las abuelas, que aunque saben que ustedes están grandes, los esperan como desde el primer día.
Queremos que sepan que los esperamos todo el tiempo. Que soñamos con encontrarnos y empezar a compartir la vida, la que fuimos haciendo a pesar de todo y por todo.
Algunos ya somos mamás y papás. Somos diferentes en muchas cosas, pero estamos juntos, compartiendo nuestras vidas, reconstruyendo nuestra historia y buscándolos a ustedes. Hay muchas cosas que queremos decirles y nos encantaría hacerlo habiéndolos encontrado, charlando juntos, conociéndonos, viendo si nos parecemos, si se parecen a mamá o a papá, conociendo cómo somos hoy, 30 años después.
Queremos decirles que sin conocerlos los queremos profundamente, que todo el tiempo estamos esperando que lleguen, que alguien nos diga que están cerca, que los encontramos, que vamos a poder conocerlos y estar juntos.
Ustedes tienen derecho a conocer quiénes son. Eso es algo que cada uno tiene y nadie puede sacarnos. Tienen derecho a conocer su identidad y después decidir cómo continuar sus vidas. Nadie les pide que borren lo que vivieron hasta ahora, lo que queremos es vivir el futuro juntos, con ustedes: nuestros hermanos y hermanas.
Sabemos que nada de esto es fácil, que tenemos mucho por hablar, explicar, llorar, discutir, pero sabemos que lo más hermoso es cuando nos encontramos y nos abrazamos, cuando nos miramos y nos reímos, cuando nos llamamos por teléfono y escuchamos nuestras voces, cuando cada uno es libre y puede construir su familia en libertad.
No tenemos que estar de acuerdo en todo, no buscamos eso. Buscamos compartir la relación de hermanos que nos sacaron y que perdimos por 30 años. Queremos que ustedes conozcan quiénes son, quiénes fueron nuestros padres, qué sueños tenían, qué nombres pensaron para ustedes, qué música escuchaban, qué libros leían, qué canciones nos cantaban, qué libros nos leían, los mismos que les hubieran leído a ustedes si no se los hubieran llevado. Queremos reconstruir eso juntos y compartir para adelante lo que juntos tengamos ganas, en libertad. Queremos que sepan que sin conocerlos los extrañamos mucho.
Cada vez que uno de ustedes, nuestros hermanos, aparece nos desborda la alegría y nos cambia la vida. Es un momento que no podemos poner en una sola palabra, porque nos atraviesa toda la vida. Pero sí podemos decirles que es un momento de plenitud, de inmensa felicidad, de abrazos que duran toda la vida, de emociones, de festejo.
Los buscamos y los esperamos, siempre: acá estamos para cuando ustedes quieran llegar.

Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio