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jueves, 24 de septiembre de 2009

Intimidación a periodista en Chubut: El miedo es el peor de los consejeros, y el silencio su cómplice

Carlos Garsés, desde Trelew, Chubut

En épocas de dictadura sirvió para callar ante la desaparición, tortura y asesinato de personas.
Durante la guerra de Malvinas justificó primero la adhesión a la medida dispuesta por la Junta militar con banderitas que pintaron la plaza de mayo, y luego el silencio ante la derrota frente a los ingleses.
Ya en democracia sirvió para avalar, por acción u omisión, los asesinatos de María Soledad Morales, de José Luis Cabezas y, más acá, los de Ricardo Gangeme y Raúl “Cacho” Espinosa. El miedo censura, el miedo frena, el miedo pega donde más duele. Y los que operan con ese artilugio lo saben muy bien.
Es de noche, y tras escuchar que golpean la puerta principal de casa, atravieso el amplio living comedor para recibir a la nocturna visita.
Primero, la mirilla… nadie.
Luego abro la puerta. Nadie afuera tampoco… salvo un auto Chevrolet Corsa 2 con vidrios polarizados, tan oscuros que me fue imposible ver quién o quienes estaban dentro. El motor y luces encendidos y estacionado sobre la vereda de enfrente.
Pensando en que era algún amigo, familiar o conocido hago una seña como saludando. Nadie baja la ventanilla… nadie baja del auto.
Vuelvo a entrar a casa. Medio minuto después escucho que golpean la persiana del comedor –que por la hora, ya estaba baja. Cuando abro, el auto arranca, dobla en la esquina y se pierde en la noche.
Contado así, pareciera un pequeño relato de suspenso.

Pero no, me pasó a mí, en mi casa. En otras circunstancias el hecho podría haber pasado desapercibido pero, justamente ocurrió a menos de 48 horas de haber denunciado que del Servicio Penitenciario Federal desaparecieron casi 800 mil pesos que el gobierno del Chubut había dado para refacciones, alimentos, medicamentos en la Unidad 6, con asiento en Rawson.
Curiosamente ocurrió 12 horas después de haber hecho una nota con Horacio Leguizamón, quien denunció este hecho ante las máximas autoridades del Servicio Penitenciario Federal y que luego fue pasado a disponibilidad y posteriormente retirado de la institución.
Ceno, la familia se va a dormir y me quedo en compañía del silencio y frente a mi computadora. Pienso en si debo contarlo o no al aire. Si debo hacer la denuncia. Si debo ignorar el hecho. Enciendo la computadora y trato de ordenar los pensamientos en mi cabeza para recuperar la tranquilidad y el equilibrio que me permiten ejercer mi profesión hace 16 años con la misma integridad, entrega y pasión.
Repaso la situación un par de veces, respiro profundo y empiezo a escupir palabras en el teclado. Esto es breve, sencillo, llano. Pretendo para mis hijos, para mis nietos, para tus hijos y tus nietos, un futuro mejor que el que tenemos.
Un futuro en el que se pueda opinar sin que te vigilen, un futuro en el que disentir también esté permitido; un futuro en el que las reuniones no sean flanqueadas por ladinos que sacan fotos o rompen camionetas con líquido de freno. Un futuro en el que no te maten simulando un asalto. Un futuro en el que la política esté al servicio de la gente y los políticos no mientan ni afanen más; un futuro en el que la droga ya no mate a nuestros pibes.
Pretendo un futuro. Lo único que puedo dejarle a mis hijos es la integridad que me da tener ideas propias, el valor de conducirme siempre con la verdad; mi verdad –que permito me cuestionen- y la esperanza de que algún día podemos dejar de ser el rebaño de Chomsky, tomar las riendas de nuestras vidas y transformarnos para ser una mejor sociedad.
Como reflexión final, a los muchachos que pasaron anoche por casa, una sola cosa. La vida fue creada para ser vivida, no para ser temida. Y a los gobernantes… vivimos en democracia. ¿Vivimos en democracia?

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