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martes, 23 de marzo de 2010

Deuda externa: números concretos y pasos a seguir


Por Matías Tisocco

En estos momentos continúan los eternos debates y discusiones entre el oficialismo y los opositores, como gusta llamarlos la prensa comercial. Los tan en boga Decretos Nacionales de Urgencia (DNU) acaparan el espectro de información y mientras se dirimen en el Parlamento la validez o no de los mismos, el debate verdadero y la cuestiones de fondo no se difunden ni tratan en el Congreso Nacional y mucho menos en los medios de comunicación.
El tema principal que engloba la disputa entre los grandes partidos y diversos poderes es el uso de las reservas para el pago de la deuda externa argentina.
Sin embargo, la cuestión de fondo no es si se debe pagar o no con reservas, sino que la deuda externa es ilegítima de punta a punta y por ende, con o sin reservas, la misma no se debe pagar. Esta no es una apreciación devenida de un discurso de izquierda agotado y sin sustento, ni tampoco es fruto del impulso, sino que mediante décadas diversas personalidades del ámbito político, social e intelectual han estudiado y debatido el tema de la deuda externa y se ligazón innegable con la dictadura militar.
Desde que Argentina volvió a tener un sistema democrático en el año 1983 hasta la actualidad ningún mandatario pudo solucionar este tema ni darle fin a una situación financiera que deja atado de pies y manos no sólo a todo el espectro político y social sino también al pueblo argentino en su totalidad.

La deuda nunca se va a terminar de pagar ya que los próximos compromisos son solamente de intereses que la misma genera. Esta terrible herencia será recibida por las próximas tres generaciones si no se hace algo al respecto en lo inmediato.
Una vez el ministro de Economía de los años oscuros, Martínez de Hoz, declaró abiertamente: “la deuda no se paga nunca, lo que se paga son los intereses”.
Ante esta terrible y descarada declaración de la cara visible de los intereses económicos de aquella época ¿qué nos queda esperar?. Ya en aquel entonces se sabía muy bien hacia dónde se dirigía la corriente: dejar al país sometido a los intereses de las grandes potencias y los organismos internacionales para así evitar cualquier posibilidad de progreso en todos los aspectos que puedo ostentar una república.


Un poco de historia

En la revista América XXI* de este mes salió publicada una breve pero concisa nota de Alejandro Olmos Gaona sobre la deuda la cual reproducimos aquí en partes ya que sirve para entender porqué la deuda es ilegítima y las cifras siderales de la misma. Además una consecuente actitud por parte del poder antes los pagos y vencimientos.
“Desde la última dictadura militar todos los gobiernos se preocuparon por achicar el monto global. Renegociación, Plan Brady, Blindaje, Megacanje, Reestructuración... con distintos nombres, cumplieron en mayor o menor medida con los pagos a los principales acreedores internacionales. Raúl Alfonsín recibió una deuda de 45.100 millones de dólares; pagó más de 20 mil y dejó al país endeudado por 62 mil millones. En la década siguiente Carlos Menem pagaría más de 100 mil millones, mientras la deuda crecía tres veces para llegar a 180 mil millones. Desde entonces el país continuó pagando sumas desorbitantes de alrededor de 10 mil millones anuales, no obstante lo cual el país debe a la fecha casi 200 mil millones. En resumen, desde la vuelta de Argentina al régimen constitucional, la deuda creció cinco veces –de 45 mil a 200 mil– a la vez que se pagaron 220 mil millones de dólares. Es un mecanismo de saqueo creciente y sumisión permanente.
Todo comenzó a mitad de la década de 1970, cuando irrumpió la dictadura cívico-militar, y continuó con las posteriores refinanciaciones de los gobiernos democráticos que nunca enfrentaron decididamente el problema y acentuaron el proceso de endeudamiento.
Cuando el 24 de marzo de 1976 asumió la dictadura, las obligaciones externas sumaban en conjunto alrededor de 7.800 millones de dólares, que respondían en su mayor parte a inversiones documentadas y con destino cierto. Al abandonar el poder los militares la deuda había trepado a 45.100 millones de dólares, ignorándose hasta ese momento el destino de los fondos…
Muchos años después el Banco Mundial afirmaría que el 40% se fugó, el 30% sirvió para pagar intereses de la fuga, y el resto fue utilizado en compra de armamentos. En definitiva, el pueblo argentino no recibió un solo centavo de esa descomunal suma de dólares.
Cuando asumió el presidente Raúl Alfonsín, a fines de 1983, el ministro de Economía, Bernardo Grinspun, ordenó una auditoria en el Banco Central sobre la deuda privada, que fue desarticulada en 1985, tras su renuncia. Hasta ese momento los auditores bancarios habían determinado que la mayor parte de esa deuda era fraguada. Se trataba de operaciones fraudulentas armadas por los grupos empresarios nacionales y extranjeros. Esa investigación fue al archivo…
La imposibilidad de seguir cumpliendo con lo pactado y la ida anticipada de Alfonsín, determinó que su sucesor, Carlos Menem, heredara una suma de casi 62 mil millones de dólares en 1989, más de la mitad de la deuda recibida de la dictadura, pese a que el gobierno radical había pagado un monto de 20 mil millones.
Al irse Menem, en 1999, la deuda creció a 146.200 millones de dólares, pese a haberse pagado alrededor de 100 mil millones.
Néstor Kirchner recibió una deuda de 191.263 millones de dólares. Esa deuda fue reestructurada en el año 2005, a través de un descuento que en realidad llegó apenas al 30%, pero con el agravante de que se sustituyeron bonos viejos por bonos nuevos, atados al crecimiento y a la inflación…
La sinceridad de los números determinaría un crecimiento abrupto de la deuda, que en cualquier caso llega actualmente a los 180 mil millones de dólares, es decir a cifras superiores a las del 2001.
Hay evidencias de que el sistema de la deuda afecta gravemente la estructura económica del país:
- La falta de una auditoría total de las cuentas públicas durante los últimos 30 años.
- La existencia de balances falsos en el Banco Central.
- Las conclusiones de una comisión oficial que determinó, en 1991, que el Banco Central había perdido más de 100 mil millones de dólares entre 1980 y 1990, beneficiando en su mayor parte a empresas privadas. El resultado del trabajo fue archivado por el entonces presidente Menem.

Datos concretos de la deuda

La deuda externa argentina llega actualmente a la inimaginable cifra de 180 mil millones de dólares y los pagos van a extenderse hasta el año 2100.
Para no pensar a tan largo plazo, este año el país debe afrontar el pago de 9 mil millones, al igual que el año que viene.
Utilizar los 6500 millones del denominado “fondo del Bicentenario” para pagar una parte ínfima de la deuda con el propósito de poder conformar a los grandes organismos internacionales y posibles “inversores” es de una total negligencia y falta de responsabilidad por parte del Gobierno.
Este fondo debería ser usado para muchas otras necesidades urgentes que tiene el basto país como es la pobreza, el hambre y la desocupación, por nombrar sólo algunas. Sin embargo, y siguiendo la línea de todos los gobiernos que se sucedieron, priorizan la sumisión ante el imperio representado en diversos organismos, empresas y medios de comunicación.
La presidente declaró hace días que no hay otras propuestas para solucionar el tema de la deuda, sin embargo, desde distintos sectores se han elaborado alternativas desde el no pago hasta una revisión de la misma para ver qué parte es legítima y cual no.
La opción más acertada es la del no pago ya que innegablemente la deuda es ilegal e ilegítima y por eso no se debe pagarla ni dejar condenados a millones de argentinos que ni siquiera han nacido aún.
El martes 9 se reunieron en el salón adjunto del Congreso Nacional diversas personalidades de distintas corrientes pero con un mismo objetivo: encontrar una solución alternativa al problema de la deuda ilegítima. Para ver qué se debatió leer la nota “Audiencia pública sobre la deuda externa: declaraciones y propuestas”.
Se propuso básicamente, con diferentes matices, crear comisión auditora bicameral con poder de ejecución para auditar la deuda. Un pequeño problema es que para algunos se debe ver qué parte de la deuda es legítima y cual no; para otros no cabe duda que la misma es ilegítima e ilegal. El juego comienza y las piezas ya estan en movimiento.

*Alejandro Olmos Gaona. Pagar y endeudarse más. Revista América XXI edición marzo. Nota completa: http://www.americaxxi.com.ve/numeros/0059/index0059.html


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