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martes, 15 de junio de 2010

Postura argentina en Río de Janeiro: : El velo y la opresión


Por Cristina Camusso

Es peligroso no diferenciar entre la xenofobia, la calificación de terrorismo a toda manifestación desafiante al poder imperial, la embestida antislámica, con las múltiples formas ancestrales de opresión: étnicas, de género, por nacionalidad, religión. Es el caso de la “burka” y el “niqab” que cubre en forma total el cuerpo de las mujeres y tiene una rejilla para poder ver. Un signo explícito y concentrado del encierro, la invisibilidad, la subordinación y el silenciamiento de las mujeres.

La presidenta Cristina Fernández se posicionó sobre las leyes europeas que penalizan la utilización de esas prendas, en el III Foro de las civilizaciones realizado en Río de Janeiro a fines de mayo. En el caso de Francia, el Consejo de Estado, la jurisdicción administrativa más alta del país, prohibió estas vestimentas en el mes de marzo de este año, en los casos de escuelas, transporte y oficinas públicas. Fernández argumentó desde la defensa de la diversidad de identidades y religiones y contra la actitud discriminatoria a los inmigrantes.
Habrá quienes ubiquen sus formulaciones en el terreno progresista frente a la racista Europa. Pero no es así. Difícil es ubicarse sin tener claridad en la elección de la brújula emancipatoria de los pueblos y países y con una mirada que no quiebre la lógica patriarcal.

Culturas y sometimientos

Combatimos la explotación y la opresión, la tortura, los tormentos, el sometimiento y la dominación en todas las culturas. No hay opresiones más toleradas desde una visión estrecha del relativismo cultural, o la idealización y justificación de ciertas prácticas, conductas y conceptos aberrantes porque quienes las profesan han sido y son víctimas de la manipulación y blanco escogidos para el ataque imperialista en esta fase histórica.
Nos vemos así en una tensión compleja. Entre el derecho inapelable a la identidad cultural y sus símbolos, ornamentos, creencias, el rescate del propio pasado, tantas veces mancillado, la reivindicación de las costumbres, con la legalización de hábitos que exaltan la inferioridad, el castigo físico y psicológico, la reclusión, la pérdida del ejercicio de la libertad personal, familiar, laboral, y social. No hay dos opciones. Ni puntos medios. El derecho al pensamiento, al estudio, al ejercicio de cualquier profesión, a la igualdad, al respeto a las diferencias, son conquistas de la humanidad que tienen detrás el largo proceso de las luchas de clases en el mundo. Su vulnerabilidad está atravesada por el dominio de la sociedad capitalista y la permanencia de discriminaciones previas a la conformación de este modo de producción. Entre ellas las relaciones de género.
Un ejemplo paradigmático del uso de la “burka” es su imposición, en la última década del siglo pasado, con la instalación de los talibanes en Afganistán, la pérdida de libertades civiles y políticas por parte de las mujeres y el retorno a leyes medievales. No solo para las mujeres. El brazo talibán (financiado en su momento por Estados Unidos para abatir la presencia de las fuerzas soviéticas) se levanta contra el imperialismo. Lo hace desde el atavismo religioso y el sometimiento femenino.
No hacemos la apología de la vuelta atrás en los caminos de la historia. Porque no se trata de discriminación religiosa o racismo. Detrás del velo transcurren siglos de violencia, sexismo y maltrato por género.
El imperialismo manipula ideológicamente, utiliza nuestras banderas genuinas para confundir y coloca a quienes tienen los mejores sentimientos humanitarios en una tenaza y una disyuntiva que no es simple sortear. El peso de los abominables actos xenofóbicos contra los inmigrantes, la persecución a las poblaciones árabes, los asesinatos bajo acusación de terrorismo, precipita alineamientos no siempre mediados por el análisis a fondo. Desde la única respuesta posible, la perspectiva de la Revolución.
De ahí la endeblez de la formulación presidencial. Ni horizonte anticapitalista ni dimensión de género, en este plano coherente con su posición en contra del aborto.
No es progresivo hacer la apología de volver atrás los caminos de la historia, si eso fuera además posible. Es tarea de las fuerzas revolucionarias en este siglo buscar las vías de confluencia para dar la batalla contra el imperialismo, el capitalismo y las rémoras de opresión.

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