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El Espejo Nro 194

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sábado, 24 de julio de 2010

Editorial: los trabajadores frente al momento político nacional y mundial

En 140 años de historia, jamás el movimiento obrero de Argentina ha estado paralizado como en este período. Son muchos los factores que condujeron a esta situación. Su análisis y necesario debate requiere un esfuerzo especial del activo militante.
Nuestra clase obrera no es una excepción en el mundo. Pero sería demasiado cómodo -y sería falso- explicar la coyuntura por factores que nos sobrepasan. En realidad, la trayectoria de conciencia, organización y lucha de nuestra clase, con rasgos distintivos que la destacaron en el panorama internacional, ofrece un punto de partida excepcional para levantarse como un faro en la oscuridad del horizonte. El sistema capitalista vive hoy una crisis sin precedentes. Y los ruidos de guerra amenazan en todo el planeta. El hecho de que una clase históricamente dotada para responder a esta circunstancia se mantenga muda y quieta debería despertar el sentido de compromiso de miles de cuadros y militantes, que en todo el país tienen conciencia de la gravedad del momento.

Pontificar que todos somos culpables es una manera hipócrita de eludir la lucha de ideas y la delimitación de posiciones pasadas y actuales. Cargar la responsabilidad sobre tal o cual tendencia, dirigente o grupo de dirigentes, puede parecer -y casi siempre es- un acto de soberbia; es decir, de ignorancia y cobardía. Conviene entonces dejar a futuros luchadores la tarea de dictar el veredicto y abocarnos ahora a desmenuzar sin miedos, al margen de la defensa de cualquier interés individual o corporativo, las causas por las cuales el más pujante proletariado del mundo en los años 1960 y 1970 devino una masa confundida, silenciosa, sometida.
El punto de partida es claro: la carga no puede estar en el enemigo de clase; ellos simplemente han cumplido con su tarea. Para explicar lo ocurrido hay responsabilidades ideológicas, políticas, sindicales, colectivas e individuales, en nuestras propias filas.
La fuerza de los trabajadores está en su número en la medida en que tenga conciencia, unidad, organización y objetivos estratégicos. Estos son entonces los parámetros para medir el lugar de cada uno: quién confió en esa fuerza objetiva; quién sembró conciencia; quién bregó por la unidad; quién alentó la organización (unificadora y consciente); quién contribuyó a la elaboración de una estrategia emancipatoria sobre aquellas bases: unidad social y política, organización de masas, conciencia de clase latinoamericana.
Fue el Cordobazo el punto más elevado de una parábola iniciada con la fundación de la Sociedad Tipográfica Bonaerense en 1853, la primera huelga en 1878, la fundación en Córdoba y Buenos Aires de secciones de la Asociación Internacional de Trabajadores (1ra Internacional), la organización de los primeros sindicatos y agrupamientos políticos. Será útil partir de aquella gesta simbólica de 1969 -en realidad una entre innumerables expresiones de insurgencia obrera, estudiantil y popular- para analizar paso a paso el recorrido que nos condujo a la situación actual.
Con motivo del 40° aniversario de aquella insurrección un conjunto plural de luchadores realizamos el año pasado un encuentro en Huerta Grande (otra referencia cargada de historia). La Declaración Huerta Grande-Cordobazo hizo un diagnóstico de la realidad mundial y nacional y señaló objetivos comunes. Falta sin embargo llegar a las causas de fondo que expliquen la involución. Que nos aclaren a todos, con fuerza convincente, por qué la clase obrera no asume el lugar que desesperadamente reclama el devenir argentino para frenar la carrera hacia el abismo. Por qué tiene los dirigentes que tiene. Qué responsabilidad les cabe a las líneas de acción adoptadas en los últimos 40 años en los planos sindical y político.
No es un debate académico. No es tarea de profesores. Ellos pueden -si pueden y quieren- contribuir. Pero somos los protagonistas mismos de la lucha social y política quienes debemos empeñarnos en hallar esas respuestas. Nadie debería soslayar o posponer esa responsabilidad por urgencias cotidianas que invitan a la inercia.
Habrá que programar mesas redondas, seminarios, cursos, encuentros. Con el espíritu fraternal y revolucionario que alentó los mejores momentos de nuestra historia. Con voluntad de organización y combate. Y con todo esto, habrá que estudiar: nuestra historia; los principios de la economía política; la realidad contemporánea.
Habrá que ver lo que está frente a los ojos: en todo el mundo el capitalismo está lanzando millones de hombres y mujeres a la desocupación. La guerra amenaza en su forma más atroz. América Latina está en la mira guerrerista de Estados Unidos. Argentina ya no puede ocultar que tiene la mitad de la población en la miseria y carece de bases para sostenerse.
La respuesta a este momento dramático está esbozada en el programa del Alba. Pero Argentina no está allí. Y allí no hay una clase obrera con el peso y la experiencia de la nuestra. Esa convergencia es vital. Y debemos trabajar por ella. Sin demora.

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