Periódico de jóvenes y trabajadores, antimperialista y anticapitalista

El Espejo Nro 194

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sábado, 24 de julio de 2010

Fundación de la CSI en Viena

Entre el 1º y 3 de noviembre de 2006 nació la Confederación Sindical Internacional. Era la consumación de la convergencia de dos estructuras de dimensión mundial: la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl) y la Confederación Mundial del Trabajo (CMT): la socialdemocracia y el socialcristianismo. Alrededor de 307 centrales sindicales provenientes de 154 países se encontraron en Viena. Las centrales sindicales de Cuba y China no fueron admitidas en la conformación del nuevo organismo.

Tanto su Declaración de Principios como su Programa, remiten a la apelación a los poderosos para alcanzar un bienestar mayor para las poblaciones y a un registro de buenos deseos e intenciones sin desmarcarse del sistema capitalista. Se colocaban así por detrás del nivel político que expresa la realidad latinoamericana y caribeña, en especial, los debates que, con eje en Venezuela, rompen el cerco del reformismo capitalista y se aprontan a construir el socialismo del siglo XXI.
Asistimos a una nueva fase de la confrontación histórica entre estas dos corrientes y las ideas del marxismo, el socialismo y la revolución. La confluencia de estas dos vertientes expresan un movimiento conjunto para enfrentar e impedir todo avance del pensamiento revolucionario. El presidente bolivariano Hugo Chávez plantó las banderas del socialismo como el terreno en el cual se dirimen en el siglo XXI los destinos de la humanidad. Junto a Fidel Castro afirmaron los primeros cimientos del Alba, el 14 de diciembre de 2004, a la que se sumaron luego otros países encolumnados en la determinación anticapitalista y de abierto enfrentamiento al imperialismo.
Los fundamentos ideológicos y políticos de la CSI provocaron casi de inmediato las primeras reacciones en Venezuela. La dirigente sindical Marcela Máspero (miembro del Colectivo de Trabajo en Revolución, CTR, parte de la Unión Nacional de Trabajadores, UNT), renunció el 3 de enero de 2007 a su cargo y militancia en la CLAT. Una medida necesaria, según manifestara en su decisión, para consolidar la unidad de los trabajadores en América Latina en sentido revolucionario y que entiende contrapuesta a la permanencia en la CLAT. Los párrafos eran elocuentes:
“(..) Yo he tenido la fortuna de vivir el proceso bolivariano en mi país, esa vivencia ha transformado mi concepción del movimiento sindical y de otros enfoques. Este proceso ha sido satanizado por la oligarquía criolla y actores del propio movimiento sindical tradicional, temerosos de perder sus privilegios, muchos de ellos sobreviven sin representatividad ni legitimidad, refugiados en las siglas de la CLAT.
“(..) Esa supuesta unidad (la CSI) fue una poderosa respuesta al fracaso de un modelo sindical, a la defensiva e incapaz de reformularse, basado en la colaboración de clases, tal cual expresa en escenarios internacionales como la OIT, donde se realizan alianzas contranatura entre empresarios y trabajadores, que no expresan las relaciones ni la realidad actual que se vive en el mundo del trabajo, cuyos niveles de explotación aumenta brutalmente, con la complacencia y alcahuetería de instancias como esta”.

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