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jueves, 15 de octubre de 2009

Catalejo: La incomprendida


La señora Carrió lanzó un nuevo partido. Admitió que a menudo es incomprendida. Y agregó: “Llamo al pueblo de la Nación para que me entienda”. No es tarea fácil. Tomando sólo los últimos años -y sin contar el período dictatorial- resulta arduo asimilar cómo pasó del “¡que se vayan todos!” (suscripto por ella en 2001 junto a otros que también prefieren hoy olvidarlo), a una alianza “con casi todos”, desde un aparatito armado a las apuradas con una cuerda de advenedizos y ultraconservadores sin tierra bajo los pies. Menos sencillo fue adivinar por qué renunció y cambió de partidos, alianzas y coaliciones, a razón de una vez por año. Para hacerle justicia, hay que repetir (este periódico lo sostuvo en su balance electoral) que fue la gran ganadora del 28 de junio. Sólo que el menjunje comenzó a desarmársele el 29. Y ahora está desparramado. Por eso viajó a Disneylandia y luego se recluyó en un spa. Por eso en el acto del nuevo lanzamiento imploró: “No le crean a nadie que diga que nosotros rompemos, lo que estamos haciendo es manejar el timón para que quienes quieran romper no puedan romper”. Traducido: la señora apuesta a que el desbarajuste circense de la llamada “oposición” (o sea, los siete personajes burgueses en busca de autor), choquen contra sus propias inepcias y deban refugiarse en su candidatura repitiendo, como la escasa compañía que tuvo en el lanzamiento del nuevo partido: “se siente, se siente, Lilita presidente”. Originalísimo. Realmente creativo. ¡Eso es un timonel! De verdad, se siente: con sus repetidas fugas de estructuras partidarias y responsabilidades, Carrió expresa como nadie el colapso de las dirigencias burguesas. Y un poco más aún. Porque más que ningún otro tuvo la guía y el hipergeneroso respaldo del Departamento de Estado, que hace años apostó por ella. Ni aún así ha logrado evitar estrellarse una y otra vez los dientes contra la pared y verse obligada a salir disparada buscando un nuevo camino. Hoy está desprestigiada y aislada, también en representación vanguardista de sus amigos de ayer y antes de ayer. Su nuevo partido no es para ganar elecciones. Es para apoyar operaciones de salvataje capitalista, por fuera de la norma institucional regular. Hay que hacerle caso a Carrió y entenderla: por mucho que acierte en la fácil tarea de denunciar inepcia, corrupción, desbande y degradación oficial, es la voz impotente, enajenada, de burgueses e imperialistas desesperados.

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