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miércoles, 16 de junio de 2010

Crisis y descontrol: El fracaso global de la “regulación” financiera y petrolera"

Por Félix Herrero

Muchos adjetivos y contradicciones produce la situación de descontrol imperante: el 20 de mayo el presidente Barack Obama denominó “hordas de lobistas” a los banqueros que se opusieron a su proyecto de reglamentación. También criticó a la comisión reguladora de explotación de petróleo, el Servicio de Gestión de Minerales (MMS), “por tener relaciones demasiados cercanas con las petroleras”. Pero a pesar de esto, el 24 de mayo el Congreso rechazó un proyecto de Ley que elevaba a 10.000 millones de dólares la responsabilidad de las extractoras por derrame de petróleo.

Muchos analistas creen que existen tres modelos de la economía de los servicios públicos: a) con empresas públicas operadoras, b) el privatizado con órganos de regulación, y c) la economía sin regulaciones. ¿La segunda forma puede existir y en la realidad? En la década de los 90 se nos decía que era la inteligente respuesta a la exigida privatización, y que el modelo regulatorio podía funcionar perfectamente porque en los países centrales, como Estados Unidos y los europeos así lo hacían.
La realidad ha mostrado que ni siquiera en esos países hay comisiones reguladoras independientes y neutrales que no respondan a los grupos que deben ser controlados. Esta es la nueva opinión que expresa el tornadizo presidente de los EE.UU. La crisis de la economía privatizada con entes reguladores ha estallado. Hoy ningún ente regulador cumple ni con las leyes que los instituye.
Por eso, decir autorregulación o seudoregulación es lo correcto. Las crisis financiera y petrolera de Estados Unidos se deben a la inexistencia de una regulación que no responda a las empresas. Creer que la crisis petrolera del golfo de México es causada por fallas ingenieriles o tecnológicas de las válvulas de seguridad en Macondo (nunca tan bien bautizado un pozo petrolero) y no a la ausencia de control (o sea descontrol) es repetir como loros los argumentos de las multinacionales.
El Estado depredador y dependiente del sector financiero, con su pasividad, que tan bien describe James K. Galbraith cuando analiza la crisis global, se completó con el colapso petrolero.
Este tipo de regulación se impuso en la Inglaterra thatcherina, y luego se implantó en Estados Unidos provocando, en su primera explosión, la crisis electrogasífera de Enron. En nuestro país fue un fracaso absoluto: de autoabastecidos de gas, petróleo, electricidad, industrias, tecnologías hemos pasado a ser importadores netos. Los caños que llevaban el gas natural argentino a Chile hoy se preparan para traerlo. Hemos perdido la autonomía energética, uno de los mayores logros por el que los países luchan por adquirir o mantener.
La crisis del petróleo y de las finanzas en Estados Unidos es la crisis del modelo capitalista autorregulado, con la fachada de una “regulación” neutra y técnica. Pero, en todos los países del mundo los reguladores son sólo piezas de la enorme maquinaria de las empresas de servicios públicos que los controlan para no mejorar la calidad del servicio o el rebaje de las tarifas.
Acierta James K. Galbraith cuando afirma, en su libro El Estado Depredador, que los conservadores han abandonado el libre mercado y los progresistas también, porque desregular no es sinónimo de libre mercado como se intenta instalar, sino lo contrario en casi todas las ocasiones.

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