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El Espejo Nro 194

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miércoles, 16 de junio de 2010

El ajuste salvaje en Europa muestra hacia dónde va la crisis capitalista


Derrumbe: en los últimos días se supo que el gobierno alemán despedía 10 mil empleados públicos y reducía el salario a quienes mantienen el empleo... por ahora. Es sólo el comienzo de un ajuste desesperado que afectará a los 27 países miembros de la UE, alentará una recesión que en ningún momento logró revertir la caída de 2008 y extenderá su impacto a la economía mundial, en primer lugar a Estados Unidos. Otra vez se plantea la posibilidad de que la recesión se convierta en depresión. Otra vez el capital apela a medidas desesperadas para evitarlo. Mientras la clase obrera, conducida por reformistas socialdemócratas y socialcristianos, se mantiene ausente de la gran batalla.

Europa asiste a una crisis sin paragón desde la Segunda Guerra Mundial. La perspectiva en curso es el resquebrajamiento de la Unión Europea (UE), el euro corre el riesgo de desaparecer, para dar lugar a una Europa fragmentada, desagregada, luego de décadas bregando por alcanzar la convergencia.

La quiebra de Grecia mostró que la UE muy lejos de resolver las deformaciones estructurales de las economías menores (Grecia, España, Portugal, entre otras), las agravó. Pero también mostró que los desequilibrios básicos en su economía se repiten no ya en los países de menor desarrollo, sino también y fundamentalmente en las dos economías principales de la UE: Francia y Alemania. Para salvar a los bancos de la ineludible quiebra en dominó si Grecia no pagaba sus deudas, la UE resolvió poner a disposición una montaña de euros (750 mil millones). Dinero sin respaldo, por supuesto. Pero apenas dado ese paso, se tomó conocimiento de que España estaba también en quiebra. Y Gran Bretaña, y... ¡de hecho todos los 27 países de la UE!
Se lanzó así el plan de ajuste. Alemania despidió 10 mil empleados públicos y les bajo el salario a los restantes. Es sólo el comienzo. Y aunque a ritmo diferente, esa política se aplicará en todo el viejo continente.
Esto ocurre en medio de la parálisis sindical y la total omisión política de la clase obrera. Y allí se funda la razón de que un escenario que parecía enterrado, cobre nuevos bríos: el nacionalismo, la xenofobia, la violencia y la amenaza de guerra. Varios ensueños resultaron fallidos, uno de ellos la creencia de que es posible alcanzar la unidad de países y pueblos bajo el signo capitalista. La tan mentada “globalización” que conduciría a la disolución de los Estados-nacionales se estrella contra la exacerbación de los nacionalismos y las prácticas propias del fascismo.

Ilusión que se esfuma

El plan de ajuste que el FMI impuso a Grecia fue adoptado por España, Italia, Gran Bretaña, ahora Alemania y deberá extenderse a Estados Unidos. La conmoción aceleró las tendencias a la disgregación y atenta contra el equilibrio del capitalismo mundial. La crisis muestra a las claras, para millones de habitantes, que en la base de tanta virulencia está la sobreproducción de mercancías y la caída de la tasa de ganancia.
En la competencia por los mercados, Europa habían logrado aventajar a Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX, entre otras razones gracias a una consistente penetración de las multinacionales europeas en América Latina. Cabe recordar el aliento europeo a la oposición al Alca (sepultada en noviembre de 2005 en Mar del Plata) y el impulso en marcha a los Tratados de Libre Comercio (TLC) con el viejo continente que encaran ciertos gobiernos latinoamericanos, entre ellos Argentina. En este marco entran las negociaciones UE-Mercosur y la reciente Cumbre de Madrid del 17 al 19 de mayo donde Europa cerró acuerdos con América Central, Colombia y Perú y reanudó las conversaciones con el Mercosur.
Es perceptible que la coyuntura actual ha estado definida por la lucha interimperialista, que ha marcado los límites y las formas de la crisis mundial.
Estados Unidos logró en plena irrupción de la debacle financiera de octubre de 2008, que países subordinados de peso como, en el caso de nuestro continente, Argentina, Brasil y México, se sumaran al G-20, la cúpula imperialista que busca restaurar el mecanismo capitalista.
Como contrapartida la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (Alba) encara hoy la estrategia antimperialista por el socialismo en el siglo XXI.
El dato negativo en todo este período histórico está dado por la inexistencia de un proletariado consciente, organizado, con determinación política revolucionaria. Por el contrario, las respuestas traducen confusión ideológica, debilidad en la réplica, irrepresentatividad de las direcciones sindicales y dificultad para articular en consecuencia una respuesta de masas a nivel continental.
Es importante subrayar que en las direcciones sindicales europeas predominan la socialdemocracia y el socialcristianismo. Durante décadas enfrentadas mortalmente, desde la caída de la URSS se han unificado. En ellas reside la responsabilidad de la letal parálisis del movimiento obrero europeo, que con esa omisión le da espacio al capital para que intente paliar la crisis, justamente descargándolo sobre los hombros de los trabajadores, los pequeños campesinos y el pueblo en general. No contentas con esa tarea, las cúpulas socialdemócratas y socialcristianas, en los últimos años fusionaron su corrientes a escala internacional, crearon la Confederación Sindical Internacional (CSI) y por esa vía extienden su nefasta influencia en América Latina. En Argentina, la CGT y la CTA están afiliadas a la CSI. Una de las tareas planteadas al activo militante en ambas organizaciones y fuera de ellas es bregar para que nuestras instancias sindicales rompan de inmediato con laCSI (es el caso de una corriente de opinión al interior de la CTA). Porque el papel que cumplen allá, tratan y tratarán más a medida que se agudice la situación local, de cumplirlo aquí.

Las causas de la crisis
Vivimos en un sistema de producción donde la lógica no es satisfacer las necesidades humanas, cuidar la naturaleza, sino obtener ganancia para quienes poseen los medios de producción. En el capitalismo se produce para vender. El funcionamiento normal lleva a que se produzcan más bienes y servicio que los que pueden comprarse y este fenómeno no implica que no haya necesidad de ellos. Quienes más los necesitan carecen del dinero para adquirirlos, sea porque no tienen trabajo o porque perciben en salario insuficiente. Si no se compra, quienes fabrican no venden, con lo cual se incrementa el despido de trabajadores y el descenso de los salarios, la extensión de la jornada de trabajo y la flexibilidad laboral. Exceso de mercancía, que incluye a la fuerza de trabajo, porque la mano de obra es también una mercancía, falta de demanda, exacerbación de la competencia por los mercados, violencia.
Ocurre además que en la era imperialista el dominio completo corresponde al capital financiero. Pero el fetiche del dinero que produce dinero entra en colisión con la realidad objetiva de la producción. El espantajo de la crisis de 1929 se ha instalado en el mundo. Un dato para marcar algunas distancias: en aquel momento, la especulación de la bolsa era del 5% respecto de la producción material; en el actual llega al 98%.
Es preciso comprender la objetividad de la crisis, la lógica interna que lleva al derrumbe. Existe un carácter necesario en la crisis capitalista. La respuesta fue definida a comienzos del siglo XX por Rosa Luxemburgo, ante la matanza de la Primera Guerra Mundial: Socialismo o barbarie. En aquel momento el movimiento obrero en el mundo alumbraría la Revolución de Octubre y la III Internacional. Aunque parezca paradojal, las clase obrera y los pueblos cuentan hoy con un acervo de lucha y experiencia de organización, con las lecciones de la historia suficientes para gestar en un nivel todavía más alto, sin los errores y desviaciones vividos en el siglo XX, ese capítulo esperado e imprescindible.

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