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sábado, 24 de julio de 2010

Catalejo: Apunten contra Chávez

Con saña de bestia en agonía, el conjunto de la prensa comercial ataca a la Revolución Bolivariana identificándola con alegados hechos de corrupción del gobierno argentino. Al mismo tiempo, cada vez que en Venezuela se ha detenido y encarcelado a un corrupto (y son innumerables los casos), el hecho es presentado como un ataque a la democracia y la libertad política.

Como las autoridades locales son por regla general impresentables, la operación es sencilla: iden¬tifican el proyecto venezolano con la política argentina y manipulan a buena parte de la población. Nadie medianamente informado confunde los procesos en marcha en Venezuela y Argentina. Pero el verdadero objetivo es ocultar que en América Latina crece y se afianza una posición de franca ruptura con los centros imperialistas y de transformaciones sistemáticas centradas en dos puntos clave: transferir el poder efectivo a organismos de masas y atacar los centros decisivos del control económico por parte de los grandes centros de poder capitalista.
Eso está en marcha en Venezuela, en Bolivia y Ecuador. Los siete países restantes que componen el Alba –con Cuba a la cabeza– conforman una vanguardia latinoamericana a la que temen el imperialismo y las burguesías locales. En medio de una brutal crisis mundial del sistema, los estrategas del Norte saben que esa vanguardia encarna potencialmente la respuesta al colapso capitalista. El gobierno argentino no se suma al Alba. Por el contrario, está sometido al G-20, el instrumento imperial para afrontar la situación. Denunciar a Clarín y La Nación, mientras se acata al G-20 y se pone como canciller a un agente de Israel y el Departamento de Estado, es más que una incongruencia. Pero como a la vez necesita políticamente el salvavida latinoamericano, el elenco gobernante abre el flanco para que golpeándolo se calumnie a la revolución en la región. Y la figura elegida para esta operación es Chávez. Un ejército de periodistas venales se ha puesto al servicio de esa cobarde tarea, equivalente a ponerse a la orden de las autoridades españolas cuando 200 años atrás los ejércitos libertadores gestaban la derrota del imperio en su fase final.

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