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sábado, 24 de julio de 2010

Río Negro: asesinato de tres jóvenes. Una historia repetida por parte de la policía provincial


Por entre montañas nevadas; bosques y lagos de fantasía; restaurantes de comida internacional; negocios de moda exclusiva y hotelería de lujo, los balazos de la Policía de Río Negro expusieron a la vista de todos, en especial de quienes se esfuerzan en no verla, la parte habitualmente oculta de la realidad social.
En Bariloche, la Suiza argentina, fueron asesinados por las fuerzas de seguridad Diego Bonefoi, Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas.

En lo esencial, los elementos que llevan al desenlace del pasado jueves 17 de Junio no difieren en Bariloche de los que operan, con resultados similares y variaciones circunstanciales, a nivel nacional: desocupación estructural; trabajo precario; promesas incumplidas; marginación. Del lado de los que mandan: desentendimiento por los problemas sociales; clien-telismo político; oportunismo; ejer-cicio de la política para satisfacción exclusiva de am-biciones personales; frustración de las ex-pectativas populares y, cuando hace falta, represión.
A esa base, de la que no se aparta ni puede apartarse el desenvolvimiento de una sociedad dividida en clases, se incorporan algunas características propias que amplifican las consecuencias.
En primer lugar, la actividad económica principal, el turismo, inculca en y reclama de sus trabajadores una “actitud de servicio” que, infiltrada en la subjetividad de quienes lograron un lugar en el mundo laboral, deja poco espacio para la participación sindical y política, facilitando que el sindicalismo amarillo, sin ser una rareza a nivel nacional, aquí se constituya en regla. Con ello, la de por sí desigual lucha por el reparto de la riqueza encuentra aquí a uno de los contendientes especialmente debilitado.
En el mismo sentido, la afluencia de trabajadores golondrina en cantidad que supera largamente el incremento estacional de la demanda (hotelería, gastronomía, construcción, servicios), amenaza de desocupación mediante, aumenta la docilidad de los trabajadores. Por supuesto, las dirigencias sindicales mencionadas se ocupan de “descubrir” en aquella inmigración la responsabilidad de todos los males, cuya solución evidente pasaría a ser la limitación en el ingreso de mano de obra. Con esta solución, el reconocimiento y eventual cuestionamiento de las causas estructurales de la pobreza queda postergado.
Por su parte, las siempre renovables esperanzas de una próxima buena temporada de turismo alimentan la ilusión de vivir a salvo de los avatares de la economía nacional, con lo que el desinterés “por lo político” encuentra aquí un argumento adicional. El discurso de la clase dominante logra, por ejemplo, que trabajadores que poco o nada obtienen de los ingresos turísticos, contrariando su pertenencia de clase, se sumen al coro de quienes critican cualquier medida de fuerza laboral que pudiera entorpecer el ingreso de visitantes.
Existe también, quizás en mayor número, un sector de la sociedad directamente al margen de la estructura económica formal, sobreviviendo con changas, planes sociales, comedores comunitarios o directamente de la solidaridad pública. A este sector, que poco y nada tiene para perder, incluyendo las ilusiones, pertenecía el joven Diego Bonefoi. Como él, varios miles de adolescentes abandonados a su suerte, algunos de los cuales desafiaban con piedras e insultos al grupo de represión BORA, armado para una guerra, en los momentos posteriores al primer asesinato, con el resultado de otras dos muertes por las balas policiales, hasta ahora impunes.
Como reacción, un tercer grupo, formado principalmente por militantes sociales y políticos, infaltables protagonistas de multiplicidad de luchas, se movilizó inmediatamente junto a padres, familiares y amigos de las víctimas, conformando luego una Multisectorial contra la represión policial.
Una vez más es necesario resaltar el aspecto positivo de la existencia de un sector social que no sólo repudia los crímenes, la impunidad policial y la injusticia subyacente, sino que está dispuesto a movilizarse en su rechazo, y lo hace. Al no encontrar (o peor aún, descartada su búsqueda) los acuerdos necesarios para sumar a un proyecto de carácter político que se plantee una transformación profunda, el recorrido más probable incluye el riesgo del agotamiento y la disolución. No se trata de la profecía de un oráculo, es lo sucedido con innumerables experiencias previas, entre ellas, con las diferencias del caso, el movimiento asambleario surgido del 2001. En el mejor de los casos, tal carencia suele devolver a personas de probada honestidad militante a propuestas en el plano de “lo posible”, tales como fabricar invernaderos con botellas de plástico, promover incorporaciones al Banquito de la Buena Fe, y entelequias similares.
Los recientes asesinatos que cortaron de cuajo la vida de tres jóvenes en esta ciudad deben ser motivo suficiente para la necesaria tarea de construcción. Con el enemigo de clase, está claro, no contamos.
Desde Bariloche, Hugo Rangone

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