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jueves, 13 de agosto de 2009

Encíclica social de Benedicto XVI: Otra oportunidad perdida

Por Nicolás Alessio*

No había muchas expectativas, al menos, desde los el mundo de los excluidos, desde aquellos que luchamos día a día por otro mundo posible. Y tal vez por eso no nos llama la atención que se perdiera otra oportunidad, de parte de la máxima autoridad de la Iglesia Católica, de ponerse de parte de los empobrecidos. La nueva Encíclica, no toma partido, de manera contundente, por las víctimas del sistema capitalista globalizado. Las críticas más interesantes son al “rol del estado” y al “mercado”, pero son de sentido común. Hoy, hasta los mismos organismos financieros internacionales, plantean temas como “control”, “regulación”, “límites”, a un “mercado” desquiciado. La Encíclica, no avanza en señalar y denunciar las razones ideológicas responsables de esta catástrofe social. No se atiende a esta crisis global para señalar las razones estructurales, sistémicas, ideológicas…simplemente se recurre a la cuestión moral: el individualismo, el relativismo, la falta de solidaridad, el “olvido de Dios”.

Por otro lado, el aporte ineludible de la teología latinoamericana, su “opción por los pobres”, no es tenida en cuenta de ninguna manera. Jamás se la nombra. Da pena este sistemático olvido y silencio de lo más auténtico y cercano al Evangelio, como lo es el grito, el clamor que surge de los excluidos del Abya Yala. Clamor que iluminó a todo el pensamiento y la acción cristiana en el mundo y que, de manera no inocente, el vaticano parece ignorar. Esta negación es injustificable. Sigue hablando de “desarrollo” y no de “liberación”. La perspectiva es obvia, y no es precisamente desde la mirada de los últimos de la historia. Se debe rescatar, sin embargo, el esfuerzo por ligar la ciencia económica con la ética. Sin embargo, hay que hacer dos fuertes observaciones. Por un lado, ese esfuerzo, no llega al terreno de la ideología, se queda en un anuncio de tipo teórico. Como siempre, el pensamiento vaticano parece hablar desde un no-lugar, desde un trono de verdades etéreo. Sin compromisos concretos punzantes, sin pisar la tierra de los mortales. Si bien se reconoce que no hay auténtica economía sin ligarla a los valores éticos, humanistas, no termina de salir del modelo capitalista. Como muy bien y pronto señalaron Monseñor Martínez Camino, junto a los expertos en doctrina social de la Iglesia, José Tomás Raga, catedrático de la Universidad Complutense, y María Teresa Compte, profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid que “la encíclica no condena el capitalismo”. Peor, en última instancia, es a favor del capitalismo. De hecho, la encíclica propone enmiendas que corrijan las desviaciones o abusos del mismo sistema, no propone otro sistema. Y, por otro lado, la Encíclica atribuye al magisterio de la Iglesia Católica , la única y verdadera ética posible. Es el “pensamiento único eclesial”. Sin esta “verdad única” no hay humanismo posible. Esa “sola mirada” que cubre su intento hegemónico bajo el ropaje de “servicio” a la humanidad, ha dejado de lado, una vez más, múltiples y variopintas verdades de otros y otras, culturas y religiones. Por todo esto y mucho más, que seria largo de enumerar, se ha perdido la posibilidad de ser una voz profética, mejor, una vez más, no se ha querido ser profeta en un mundo, excesivamente dramático, que lo exige, lo reclama, lo necesita. El documento vaticano pasará al olvido. No se hará carne en la historia. No tiene mordiente profética. Una pena. Otra oportunidad perdida.

(*) Presbítero, titular del Santuario de San Cayetano, Arquidiócesis de Córdoba.

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