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jueves, 13 de agosto de 2009

Golpe de Estado: El pueblo Hondureño en la resistencia





Por Mariano Saravia, enviado especial a Honduras y Nicaragua

Después de un mes y medio del golpe de Estado perpetrado por la oligarquía local y el imperio, el pueblo hondureño sigue dando una lección de dignidad al mundo, no dejando decaer la lucha de resistencia a pesar del terrorismo de Estado desplegado por el dictador civil Roberto Micheletti y un ejército asesino. El martes 11 de agosto concluyeron en Tegucigalpa y San Pedro Sula las marchas nacionales contra el Golpe de Estado, al tiempo que Vía Campesina organizó en todo el mundo una jornada por Honduras.

“A mi marido se le perdió el documento y a mí se me venció el pasaporte, pero no pienso hacer esos trámites ahora, porque no serían válidos, documentos entregados por un gobierno ilegal, serían ilegales”, razona Anarella en su bar Paradiso del centro de Tegucigalpa, donde se congregan los artistas de la resistencia al golpe de Estado. A más de un mes de aquel fatídico 28 de junio en el que toda América Latina retrocedió 30 años, la situación cambia día a día y hora a hora. Cada vez más aislado política y financieramente del mundo, el gobierno de facto pareciera tener las horas contadas. Un indicio de esto es el estudio en comisión del Congreso de una amnistía para el presidente constitucional, acusado de varios delitos, entre ellos de violar la Constitución al haber llamado a una consulta popular por “la cuarta urna”. La cuarta urna se refiere a que en las elecciones programadas para el próximo 29 de noviembre, además de que el pueblo elija presidente, diputados y alcaldes, exprese si está o no de acuerdo con una convocatoria a una Asamblea Constituyente para el año que viene. En cualquier caso, esa constituyente se haría con otro presidente en ejercicio, así es que cualquier modificación al impedimento de reelección, beneficiaría a un próximo presidente y nunca a Zelaya, como han querido hacer creer los golpistas y la prensa comercial.

“El estudio de una eventual amnistía para Zelaya es también un paraguas que están abriendo los diputados para estar cubiertos ellos mismos con esa amnistía en caso de que el presidente legítimo vuelva a ocupar su lugar”, dice César Silva, un periodista que trabajaba en el canal estatal y que está siendo perseguido por este régimen. Actualmente hay sólo una radio (Globo), un canal de televisión (36) y un periódico (El Libertador) que siguen informando ecuánimemente y verazmente, y son perseguidos en forma permanente. Incluso han sido ocupados en más de una oportunidad por la Policía y el Ejército. Una de esas veces en que los soldados entraron a las patadas a Radio Globo, el director David Romero se tiró por la ventana desde un tercer piso, fracturándose la clavícula y una costilla. “Es que ya estuve preso y fui torturado en los años ’80, con el terrorismo de Estado de aquellos años, sé lo que es eso y no estoy dispuesto a que me vuelva a pasar”, contó Romero. Represión indiscriminada Pedro Muñoz había encendido una fogata el viernes 24 de julio a la noche frente al retén de El Paraíso, y empezó a echarles el humo a los policías y militares apostados allí y armados hasta los dientes. Los militares lo detuvieron, cerca de las siete de la tarde, cuando comenzaba a anochecer en esa población a 20 kilómetros de la frontera propiamente dicha. No se supo más de él, hasta que a la mañana siguiente fue encontrado su cuerpo con 36 puñaladas en la espalda y signos de haber sido torturado. Tenía sus documentos y pertenencias consigo por lo que se descarta totalmente un robo y el Ejército admitió haberlo mantenido prisionero hasta las siete de la mañana, pero los forenses dijeron que su muerte se habría producido cerca de las tres de la mañana. Era albañil, vivía en un barrio pobre de la ciudad de Tegucigalpa, y había llegado en moto a esa población de frontera para intentar cruzar a Nicaragua como tantos otros, para acompañar al presidente de regreso a Honduras. Este cronista vio el cuerpo de Muñoz, con las muñecas moradas y los dedos quebrados, clásicos métodos de tortura de los esbirros de la dictadura. El lunes 27 de julio, en el cementerio de Tegucigalpa, unas dos mil personas daban el último adiós conmovido y conmovedor al joven mártir. Cuando de repente, desde arriba de una colina se escuchó: “¡Aleeeertaaa!”. Habían descubierto a dos infiltrados del gobierno golpista entre la multitud. La gente los desarmó primero y luego estuvo a punto de lincharlos, si no hubiera sido por la intervención oportuna de Rafael Alegría, líder de Vía Campesina y del Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado. Ante la consulta de este cronista, en el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos informan que ellos tienen registrados cientos de detenidos y seis muertos, desde que cayó Isis Obed Murillo, aquel domingo cinco de julio en el aeropuerto de Toncontín, cuando por primera vez Zelaya intentó volver a su país, hasta el miércoles 29 de julio. En esa lista no se cuentan dos muertos del domingo 26 en el Estadio Nacional, después del empate entre Olimpia y Motagua. En una trifulca con la barra del Olimpia, las imágenes de la televisión captaron claramente cómo los policías asesinaron a estas dos personas tirando a matar y con balas de plomo. Esta fue una constante en las zonas más pobres y sobre todo cerca de la frontera, la represión con balas de plomo y los gases lacrimógenos. “Te das cuenta que son balas de verdad porque tienen un zumbido, las balas de salva suenan seco”, dijo Vitalino Álvares, un campesino de la zona norte del país, cerca de San Pedro Sula que llegó caminando hasta la frontera y luego, para evitar a los policías y militares, también la cruzó caminando. Con él como guía, este cronista se metió en la selvática montaña a buscar otros grupos de campesinos perdidos. El piso es arcilloso y cubierto en gran parte por hojas y gramilla, con una tupida vegetación que en muchos lugares dificulta el paso. Por sobre todo la falta de luna, que hace que la noche sea cerrada. Y no se puede abusar de las linternas porque sería peligroso ante la cercanía de la línea fronteriza y la posibilidad de que haya militares hondureños por la zona. Después de una hora de dificultosa caminata encontramos a un grupo “enmontañado” y la alegría contenida se refleja en comentarios en voz baja: “Bienvenidos, compañeros, están en el territorio libre de Nicaragua, ya no se preocupen”. Se suceden los abrazos y hasta algunas lágrimas. “Fue terrible –contó César Ham, diputado y candidato de izquierda para noviembre, que viene en el grupo-, no sólo por lo complicado del camino, sino también por el seguimiento del Ejército, éramos un grupo grande, algunos se lesionaron y no hemos comido en todo el día, pero estamos contentos porque aquí nos están recibiendo compatriotas nicaragüenses. Quiero decirte que no venimos aquí huyendo, no venimos aquí exiliados, venimos a seguir organizándonos porque la lucha continúa. Vale la pena cualquier calambre, cualquier sacrificio, cualquier dolor, siete horas de caminata, porque aquí se juega el futuro no sólo de Honduras sino el de nuestro pueblo y el de toda América Latina”.

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