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martes, 17 de noviembre de 2009

Bombardeo mediático contra Milagro Sala: Embestida de la burguesía


Quienes firmamos esta nota conocimos a Milagro a comienzos de los ‘90. No podíamos omitirnos y no nos omitimos. Tampoco El Espejo. Desde estas páginas hemos caracterizado al gobierno de Néstor Kirchner primero y al de Cristina Fernández luego. En esta Segunda Época del periódico, reafirmamos nuestra tarea central: contribuir a la edificación de una herramienta política de masas, independiente, plural, antimperialista y anticapitalista, para que Argentina se integre al Alba y sea parte de esta nueva oportunidad de emancipación continental. Ocurre que la embestida desatada contra Milagro y la Tupac, contiene un inequívoco sentido de clase, antiobrero y antipopular. Desde esa confrontación de clases nos pronunciamos.

Hemos asistido las últimas semanas a un bombardeo de la burguesía a través de sus medios de comunicación contra los movimientos populares, en particular hacia la organización Tupac Amaru de Jujuy y su figura más representativa Milagro Sala. El detonante fue la hostilidad que recibiera el titular de la UCR y senador Gerardo Morales. A partir de allí, la escalada descalificadora creció, junto a las acusaciones de todo tenor. Las 1800 casas construidas en Alto Comedero a 15 km del centro de Jujuy resultan imponentes a cualquier visitante. Pudimos comprobarlo en la reunión de la Constituyente Social en octubre de 2008, realizada en ese territorio. Y mucho se puede debatir sobre los márgenes de autonomía que pueden preservar las organizaciones por la dependencia de los fondos gubernamentales, los juegos de presiones y concesiones, los riesgos clientelares, el proyecto político que expresan, las metodologías y las formas de relacionamiento con otros grupos. No es posible desconocer la problemática y los conflictos existentes. Las ediciones de El Espejo, desde 1994, han tomado posición ante cada acontecimiento desde su lucha militante. Algo es seguro sin embargo. No tienen cabida en este debate los dueños del poder y los partidos del régimen. Ni quienes cargan con un pasado de fusilamiento de obreros en la Semana Trágica y la Patagonia rebelde, calificadores de “aluviones zoológicos” o de “guerrilla industrial” en los años 70 y la “teoría de los dos demonios”. Tampoco los oficialistas que desenmascaran rápidamente su identidad de clase patronal. Sólo un ejemplo. Apenas ocurridos los hechos, el Senado aprobó un pedido de informes al Poder Ejecutivo sobre los modos de financiamiento y el accionar virulento del movimiento jujeño, que tuvo la aprobación de sectores propios del gobierno y opositores. Llegamos al otro estigma: la violencia. Irrumpen múltiples manifestaciones de preocupación, de empresarios alarmados y clase media asustada por las conductas violentas, la agresión a las instituciones, el choque y ocupación de calles e instalaciones, el empleo y guarda de armamento. Los desvelos se estrellan contra el muro de la verdadera violencia, la del sistema capitalista. La de la vigencia feudal del ingenio Ledesma, la violencia de la Noche del Apagón y sus complicidades, aún impunes. La violencia que se levanta en los miles de rostros que interrogan desde la marginalidad, la injusticia y la expropiación. Milagro sintetiza desde su propia vida la multiplicación de existencias del país postergado. La revista-libro Crítica de Nuestro Tiempo publicó en su edición de enero-marzo de 1995 una Mesa que compartimos con Milagro Sala, una compañera de Bolivia y una joven dinamarquesa, acerca del balance de un Foro realizado en Mar del Plata a fines de 1994, preparatorio de la IV Conferencia Mundial de la Mujer que tendría lugar en Beijing en septiembre del año siguiente. Milagro relató la manipulación organizativa desplegada en el Taller Mujer y pobreza y denunció el papel de las ONG´s en el mercado de los pobres. De igual forma mostró la presencia inquisidora del Opus Dei en la Comisión de Derechos Reproductivos. A la palabra siguió la acción junto a otras participantes: labrar actas, denuncias por discriminación con las asistentes bolivianas. En esta continuidad de rebeldías, los alineamientos políticos coyunturales nos han acercado y también distanciado. La realidad actual marca diferencias. No obstante, caben varias certezas. En los semblantes jóvenes de la Tupac, en los muros dibujados y cubiertos por consignas de combate, se conjugan saberes profundos que habrán de irrumpir, entre ellos, que la transformación genuina, la erradicación del dolor y la desigualdad, en Jujuy y en todo el pueblo, se escribe con el puño de la revolución.

Por Cristina Camusso y Susana Pérez Miquel

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