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martes, 17 de noviembre de 2009

Editorial II: 17 de octubre, reforma política y coyuntura


Por sobre las hondas diferencias ideológicas que marcan a los luchadores en Argentina, el 17 de octubre es una fecha reconocida y valorada como momento extraordinario de irrupción proletaria en la historia nacional. Un día de lucha, de definiciones, de reivindicación social, de combate contra el capital, punto de partida de la creación del Partido Laborista, es decir de unidad social y política de la clase obrera. Que quede repetido y subrayado: por sobre las diferencias, el 17 de octubre es un hito para todo trabajador consciente y comprometido con su clase. Las figuras emblemáticas de esa fecha fueron Luis Gay, secretario general de los telefónicos, y Cipriano Reyes, dirigente de los obreros de la carne, quienes condujeron la pueblada y luego, allí mismo, en la Plaza de Mayo, convocaron a construir un partido político que se haría realidad, con impar potencia y proyección, luego de una serie de reuniones nacionales, dos meses más tarde. Después, ya se sabe, el Partido Laborista fue obligado a la disolución, sus líderes perseguidos y encarcelados... Es larga y tortuosa esa historia hoy desconocida por la mayoría de los activistas. En cambio, todos conocemos el resultado: la victoria imperialista y oligárquico-burguesa sobre los trabajadores, la entrega de la nación, las sucesivas derrotas. Días atrás la presidente Cristina Fernández encabezó la celebración de un nuevo aniversario del 17 de octubre. Lo hizo rodeada de las autoridades formales del Partido Justicialista y de sus ministros. En el Teatro Argentino de La Plata.

Dejemos de lado el hecho de que un Teatro no es el ámbito natural de tal celebración. Y que personajes como Scioli o Boudou (para tomar sólo dos nombres ominosos), no tienen punto de contacto alguno con los ideales que expresaron los trabajadores en 1945. Centrémonos únicamente en el discurso de la Presidente, cuyas palabras no dejan lugar a la confusión: “¿Cuál es el gran desafío que tenemos en este siglo XXI? Tenemos que lograr una reforma política donde los partidos se democraticen en serio, todos, y que sea la sociedad la que se comprometa con estas instituciones básicas de la democracia”. En medio de la más grande crisis mundial que el capitalismo haya conocido en su historia, la tarea histórica del peronismo para el siglo XXI es... ¡¡¡una reforma política donde los partidos se democraticen en serio!!! En las 1938 palabras de su intervención no figuran los términos desocupados, pobreza, excluidos…Tampoco se hallarán las palabras capitalismo, imperialismo, burguesía, crisis. Más aún: tampoco se encontrará la palabra soberanía y está ausente la noción de unión latinoamericana. El veto a la ley de resguardo de los glaciares, la extensión de los contratos petroleros transnacionales y la impunidad de la minería a cielo abierto, muestran la correspondencia objetiva entre palabras y hechos.

Intento de rearticular el bipartidismo

El gobierno ingresó al cenáculo imperialista montado por Washington para afrontar la crisis económica del capitalismo mundial, el G-20. Para eso, naturalmente, ha tenido que desechar la idea de que Argentina ingrese al Alba. Eligió a los imperialistas, contra la unión latinoamericana. Así las cosas, para acompañar las recetas del G-20 en el mundo y aplicarlas en Argentina, es imprescindible cambiar el discurso de los últimos años y regresar al FMI. Por eso no es posible repetir lo de antes ni mencionar el futuro. La maniobra está consumada. Se trata ahora de aplicarla. Para eso es preciso rearmar el desbarajuste político de las fracciones burguesas que vienen a los tumbos desde hace décadas, pero ahora están fragmentadas y desprestigiadas hasta lo inimaginable. Aplicando la receta del G-20, debidamente traducida por la señora Vilma Martínez, embajadora de Estados Unidos que ya actúa como Terence Todman lo hizo en los 90, la reforma política es el intento de dotar al capitalismo local de los instrumentos para aplicar las políticas anticrisis que, como siempre, significan mayor saqueo imperial, más explotación, más pobreza y exclusión. No es siquiera que la Presidenta desee eso. Es algo implacable: en momentos de crisis, o se aplica esa política, o se encara la unidad del pueblo argentino y latinoamericano para tomar el camino de la emancipación. La ley de reforma política es un salvavidas lanzado por el gobierno a la UCR y el llamado peronismo disidente. Según ese plan, las elecciones serán un cerrojo que impedirá cualquier expresión libre y genuina de la sociedad. Trata de armar el imposible bipartidismo. Dificultar al extremo la emergencia de una fuerza electoral con definiciones antiimperialistas. Pero, sobre todo, meter la mano del Estado burgués en los partidos de todo signo, de manera tal que los trabajadores y el pueblo no puedan obrar con independencia. La dictadura hizo esto a sangre y fuego. En medio de la crisis capitalista mundial, el supuesto “capitalismo serio” y “en democracia” no tiene escapatoria. Por eso las opciones son de hierro. No es destituyente colocar en el centro del escenario la verdad. No es destituyente cuando las voces provienen desde quienes defienden el camino de la unidad de Nuestra América, quieren empuñar el programa del Alba y forjar el socialismo del siglo XXI. Y para hacerlo han confrontado y enfrentan a la derecha, es decir a las clases dominantes en su dinámica de hambre y preparación para la guerra. Si a esa voluntad se la aprisiona con leyes, sencillamente se estará empujando a la insurrección del pueblo argentino.

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