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viernes, 12 de junio de 2009

Huerta Grande: Declaración parte 1


Declaración Huerta Grande-Cordobazo

Compañeros y compañeras trabajadores; estudiantes, chacareros y campesinos, pueblos originarios, profesionales; hermanas y hermanos todos de la Patria. A 40 años del Cordobazo y desde este lugar histórico, donde el movimiento obrero argentino enarboló un programa aun más actual hoy que medio siglo atrás, nos dirigimos a ustedes para presentarles una reflexión sobre el momento que vivimos y hacerles un fervoroso llamamiento.
Al compás de una crisis sin precedentes del sistema capitalista mundial, Argentina está ante la opción inaplazable de encontrar un rumbo soberano o continuar amarrada al saqueo de nuestras riquezas naturales y nuestro esfuerzo diario.
Aún antes de la detonación de la crisis mundial que amenaza caer como un alud sobre nuestro país, en Argentina el espejismo de la reactivación económica había dejado paso a la verdad: la mitad del país en situación de exclusión, marginación y empobrecimiento. Del resto, la mayoría percibe que cae aceleradamente hacia un lugar desconocido. Sólo una minoría insignificante acumula riquezas y empuja al conjunto de la sociedad a una degradación que destruye la convivencia, la conciencia y la cultura.
Si alguien pudo creer que el actual gobierno era una esperanza para revertir la larga decadencia nacional, ya tiene sobradas pruebas de que éste ha sido devorado por las expresiones más retrógradas de la sujeción al lucro y las fuerzas ciegas de la corrupción. No es un problema de tal o cual dirigente político. Las deformaciones estructurales y la subordinación de la economía nacional se revelan en toda su potencia paralizante y destructiva, imponiéndose sobre eventuales voluntades individuales que, desde posiciones de gobierno, pretendan torcer el curso de los acontecimientos sin cambiar drásticamente el lugar de Argentina frente al imperialismo y acometer transformaciones raigales en las relaciones económicas y sociales.
El sistema institucional ha sido reducido a una caricatura grotesca. La Constitución, las leyes y costumbres políticas, son manipuladas cada día con mayor desaprensión, para moldearlas según las necesidades de individuos movidos por intereses mezquinos, ajenos y contrapuestos a los requerimientos de la nación y sus mayorías.
Los partidos políticos tradicionales han perdido su condición de tales, para transformarse en aparatos al servicio de los grupos económicos más concentrados e instrumentos momentáneos de proyectos individuales. A la izquierda de ese fenómeno de irreversible declinación, el deterioro se expresa en pequeñas estructuras que esgrimen un lenguaje transformador, pero viven ahogados en la estrechez sectaria o sucumben a la lógica de combates pequeños, empeñados en ocupar un rincón oscuro e impotente en la catedral del poder.
Siempre hubo -y resisten todavía- sindicatos y dirigentes genuinos que obran como plataforma para el futuro. Pero son muchos también los que han dejado de ser representantes de los trabajadores, para convertirse en dispositivos encastrados en el sistema, en directa dependencia de patrones y gobernantes.
Todas y todos hemos sido degradados por esta fuerza que empuja hacia el abismo. Y ahora afrontamos una coyuntura que, provocada por la combinación de la crisis mundial y local, pone a nuestro país ante el riesgo cierto de disgregación y violencia irracional, sin proyecto ni sentido.
Urge un esfuerzo supremo por tomar conciencia de la realidad, reagrupar fuerzas y encaminarnos hacia un futuro de igualdad y buen vivir. Desde las profundidades de nuestra historia patria perviven ímpetus que por diferentes caminos, con visiones diferentes, lucharon por un proyecto de unión de los pueblos, independencia frente a las potencias imperiales y emancipación de las clases sociales explotadas y oprimidas. Ha llegado la hora de congregar esas poderosas fuerzas subterráneas y enrumbarlas hacia el futuro.

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