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miércoles, 24 de junio de 2009

Las elecciones pasan, los desafíos quedan…


Por Nicolás Alessio (*)

Y es así. Incluso mas allá de los resultados electorales. Los partidos políticos, que sinceramente quieran expresar valores humanistas, éticos, y se sientan auténticamente nacionales, deberán trabajar a fondo para recuperar lo política para el pueblo.
La ética ciudadana compromete a todos, pero, aún más, a los militantes, a los responsables de las estructuras partidarias. Sabemos que no hay candidatos excelentes, puros, inmaculados. No existen. Nuestros partidos políticos son lo que son, llenos de ambigüedades, tensiones, limitaciones, desaciertos. Pero es lo que supimos construir entre todos, por acción u por omisión. La sociedad toda es así. Pero también hay valores, sueños, esperanzas, y ganas, muchas ganas de recrear la democracia.

Otra política es posible. Es cierto que gritamos “que se vayan todos”, pero pronto nos dimos cuenta de que entonces así no quedaba nadie. Y “nadie” no puede decidir los destinos de un país, de una provincia, de un municipio. Y avanzamos entre sombras. La lucha no se limita a la jornada electoral. Es antes y es después. Es en cada barrio, cada territorio, cada organización, cada plaza.
Hay bocanadas de aire fresco en estas desgastadas democracias latinoamericanas. Y esto nos alienta. Y ese camino debe continuar. Esto invita a sumarse. Se recupera el entusiasmo.
En este marco, ¿es posible recrear el “partido político” como herramienta al servicio del poder popular?
Creemos que si y vamos a señalar algunas pistas para este trabajo de renovación profunda es las estructuras partidarias.
Primero, no descuidemos la cuestión ideológica, hace tiempo, el “pensamiento único”, nos quiso hacer creer que las ideologías habían muerto, y que, en todo caso, una sola era la triunfante: la liberal-capitalista en sus mil variantes, así, la política se hizo pragmatismo, y la ética maquiavélica. No todo vale. Es cierto que en función de objetivos mayores hay que lidiar en terreno minado. Pero hay límites. No todo es “negociable”. Además, la “corrupción”, más allá de las personas irreprochables, está en el sistema, es intrínseca a la ideología. El sistema capitalista es el corrupto, porque endiosa al capital y denigra la dignidad humana. El fuerte discurso que apela a la ética personal, no puede dejar de lado una definición clara en el terreno de la ideología. La honestidad sola no alcanza. En esto hay que ser más claros y contundentes. La “doctrina” es un valor irrenunciable. Esa mística a la que muchas veces se alude, la de los sueños y la esperanza, también se nutre de fuertes convicciones ideológicas, de fuertes contenidos doctrinales, de hondos marcos teóricos. Sin dogmatismos, pero con certidumbres.
Segundo, no descuidemos hacer del “partido” un lugar real de participación, de pluralismo, de organización, siempre al servicio de los sectores populares, sobre todo, de los empobrecidos, de los últimos. No podemos repetir las estructuras del “puntero”, del “voto-choripan”, del clientelismo partidario, del amiguismo. Hay que ser realmente “nuevos”. Es hora de pensar seriamente en abrir el juego a todos y todas, y superar viejos vicios de la política partidaria. Los militantes, las bases, no pueden ser solo convocadas como mano de obra. Debemos convocarlos y permitirles decir su palabra. Los que no tienen voz deben comenzar a tenerla. Debemos organizar la militancia, no solo para pedirles “pintadas” y “llevar gente”. Jamás fue posible “que se vayan todos”, pero la consigna nos obliga aún más, a una recuperación ética de la política partidaria.
Tercero, necesitamos ciertamente liderazgos fuertes, pero ser líder, ser “dirigente”, no es ser el mesías, esta obviedad no es fácil de asumir. Lo digo para todos los que se sienten y, con razón, son “dirigentes”. Cuanto más nos subimos al poder las tentaciones son mayores. El triunfo es una miel que puede hacernos mal. El poder siempre tienta. El poder engolosina. El líder, el dirigente, escucha a sus bases, sabe rectificarse, no se cree dueño de la verdad, asume que se equivoca, fomenta líderes, debe ser templado, austero, se hace junto a sus seguidores, no se impone irracionalmente, también necesita formación, no decide autoritariamente. Los mesías, hacen todo lo contrario.
De estas observaciones, se desprende la urgente necesidad de formación política de nuestros militantes, de nuestros cuadros. Para despertar, acompañar, fortalecer y profundizar los procesos de toma de conciencia de los sectores populares (vecinos comunes, organizaciones de base, organizaciones intermedias, organizaciones barriales) sobre sus derechos inalienables y los contextos socio-políticos que los resguardan o los impiden, para despertar, acompañar, fortalecer y profundizar los procesos de participación política, social y ciudadana. Hay que ofrecer herramientas metodológicas y espacios de debate y profundización. Hay que profundizar la Democracia Participativa desde nuestra inserción territorial. No basta la buena voluntad. Es imprescindible multiplicar “aulas” de formación social y política. Es urgente llenar los barrios de unidades de debate, de lectura, de reflexión. Necesitamos militancia capacitada, no solo bien dispuesta. Necesitamos militancia participando, no sólo acatando directivas. Necesitamos militancia creativa, no sólo repitiendo discursos. Necesitamos militancia adulta, madura, reflexiva.
Y así, recuperar “el partido político” y ponerlo en situación para “la conquista de una democracia participativa popular, un gobierno de y para las masas, con el poder central en función de los intereses de la nación y del conjunto del pueblo, siempre partiendo de la noción de patria grande latinoamericana y actuando en función de la unión de Nuestra América”, como bien dice la Declaración de Huerta Grande, 30 Mayo 2009. Es necesario, es urgente, es posible.
(*) Sacerdote católico. Córdoba

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