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viernes, 12 de junio de 2009

Huerta Grande: Declaración parte 3


El Alba de América Latina

En esta coyuntura excepcional para la humanidad entera, América Latina está en el punto de avanzada. Ésa es la razón por la cual el choque estratégico se hace particularmente evidente. Dos fuerzas de sentido inverso y potencia cambiante gravitan sobre la reubicación geopolítica de la región. Desde el año 2000 primó la que inducía a la convergencia, en progresiva confrontación con Estados Unidos. En 2005, durante la IVª Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, el entonces jefe del imperio sufrió una humillante derrota. Y la tendencia convergente se aceleró. Pero mientras esa dinámica llevaba al nacimiento de Unasur, Estados Unidos lanzó su contraofensiva, destinada a recuperar la iniciativa, poner nuevamente a su favor las relaciones de fuerzas y sentar las bases para neutralizar la marcha revolucionaria ya plasmada en diferentes puntos del hemisferio. Cuatro años después, Washington contabiliza escasas aunque significativas victorias. Pero éstas se insertan en un escenario mundial por completo ajeno al de 2005, determinado por la irrupción de la crisis mundial capitalista.
Si el primer factor juega a favor de Estados Unidos, el segundo opera de manera altamente contradictoria, acentuando a la vez las fuerzas centrípetas y centrífugas en América Latina. A la vez que perdía terreno por la presión incontrolable de la crisis, Washington ganó espacio usufructuando las contradicciones internas de las burguesías regionales, las vacilaciones de gobiernos autodenominados progresistas. Arribados al Gobierno en función del vacío creado por la demolición de las instituciones tradicionales del capital, estos mandatarios sui generis apelan a un discurso alegadamente neokeynesiano, cuya significación de definitiva defensa del capitalismo desconocen o manipulan.
Eso explica por qué la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), formidable conquista en pos de la convergencia, quedó muda y paralizada frente a la crisis, tal como le ocurrió al Mercosur y a la Comunidad Andina de Naciones (CAN). En lugar de convocar una urgente reunión de Unasur, Brasilia y Buenos Aires acudieron a Washington primero y a Londres después para apuntalar las decisiones adoptadas por el imperialismo a través del G-20.
Por el contrario, la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), dio un audaz paso adelante. El 26 de noviembre los mandatarios de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras y Ecuador, aprobaron un documento donde quedó afirmada la decisión de “construir una zona monetaria que incluya inicialmente a los países miembros del Alba y a la República de Ecuador, mediante el establecimiento de la unidad de cuenta común Sucre (Sistema Unitario de Compensación Regional) y de una cámara de compensación de pagos. La creación de esta zona monetaria se acompañará del establecimiento de un fondo de estabilización y de reservas con aportes de los países miembros, con el fin de financiar políticas expansivas de demanda para enfrentarse a la crisis y sostener una política de inversiones para el desarrollo de actividades económicas complementarias”. El propósito es que “una zona económica y monetaria del Alba-TCP proteja a nuestros países de la depredación del capital transnacional, fomente el desarrollo de nuestras economías y constituya un espacio liberado de las inoperantes instituciones financieras globales y del monopolio del dólar como moneda de intercambio y de reserva”. Quedó así afirmada la decisión de “articular una respuesta regional, impulsada por el Alba-TCP, que busque la independencia respecto a los mercados financieros mundiales, cuestione el papel del dólar en la región y avance hacia una moneda común, el Sucre, y contribuya a la creación de un mundo pluripolar”.
Cuatro meses después, el 17 de abril, los presidentes del Alba emitieron un documento de inédita frontalidad y contundencia destinado a enfrentar la declaración presentada por Estados Unidos y aprobada por la mayoría de los países que se reunirían horas después en la cumbre de las Américas. Para ese momento San Vicente y las Granadinas ya se había sumado al Alba. Y también avaló la Declaración de Cumaná el presidente de Paraguay. Por primera vez en la historia de la diplomacia hemisférica, Washington vio desafiada su propuesta de Declaración final en una reunión de estas características. Tan claro y potente es el mensaje de la Declaración de Cumaná, que los mandatarios de Brasil y Argentina, empeñados en una posición conciliadora con el nuevo presidente estadounidense, comprendieron el costo altísimo que les implicaría firmar el texto de Washington en oposición al del Alba y se negaron a hacerlo. Así, la cumbre de las Américas se quedó sin Declaración final. Aunque la prensa no lo registró, allí se expresó un dato trascendental: Estados Unidos ha perdido su hegemonía en el continente.
Ese acontecimiento adquiere toda su dimensión cuando se observan algunos ejes conceptuales y políticos de la Declaración de Cumaná. Dicen los mandatarios del Alba:
“El proyecto de Declaración de la V Cumbre de las Américas es insuficiente e inaceptable por las siguientes razones:
- No da respuestas al tema de la Crisis Económica Global, a pesar de que ésta constituye el más grande desafío al cual la humanidad haya hecho frente en décadas y la más seria amenaza de la época actual para el bienestar de nuestros pueblos.
- Excluye injustificadamente a Cuba (...) Por tal motivo, los países miembros del ALBA consideramos que no hay consenso para adoptar este proyecto de declaración y en función de lo planteado, proponemos sostener un debate a fondo sobre los siguientes temas:
El capitalismo está acabando con la humanidad y el planeta. Lo que estamos viviendo es una crisis económica global de carácter sistémico y estructural y no una crisis cíclica más. Están muy equivocados quienes piensan que con una inyección de dinero fiscal y con algunas medidas regulatorias se resolverá esta crisis. El sistema financiero está en crisis porque cotiza valores en papeles por seis veces el valor real de los bienes y servicios que se producen en el mundo. Esta no es una “falla de la regulación del sistema” sino que es parte constitutiva del sistema capitalista que especula con todos los bienes y valores en pos de obtener la máxima ganancia posible. Hasta ahora, la crisis económica provoca 100 millones más de hambrientos y más de 50 millones de nuevos desempleados y estas cifras tienden a aumentar (...) Cuestionamos al G20 por triplicar los recursos del Fondo Monetario Internacional, cuando lo realmente necesario es establecer un nuevo orden económico mundial que incluya la transformación total del FMI, del Banco Mundial y de la OMC, que con sus condicionamientos neoliberales han contribuido a esta crisis económica global. Las soluciones a la crisis económica global y la definición de una nueva arquitectura financiera internacional deben ser adoptadas con la participación de los 192 países que entre el 1 y el 3 de Junio nos reuniremos en la Conferencia sobre la crisis financiera internacional de las Naciones Unidas, para proponer la creación de un nuevo orden económico internacional (...)”.
De esta manera, desde América Latina, el Alba ocupa el lugar de una alternativa para los pueblos de todo el mundo frente al imperialismo. Y plantea un enorme desafío a gobiernos y fuerzas políticas que se consideran progresistas, pero rehuyen definiciones cuando se trata de enfrentar la crisis internacional, sumándose en última instancia a las grandes potencias para buscar paliativos.
En el período histórico que comienza ahora mismo el Alba será más y más una bandera para miles de millones de seres humanos en todo el planeta. Por eso mismo, los gobiernos que la encabezan sufrirán el acoso y eventualmente el ataque militar por parte de Estados Unidos. La única manera de evitar esa lógica de hierro es avanzando y consolidando la unión latinoamericana. Está a la vista, no obstante, que ese objetivo no puede reposar exclusiva ni principalmente sobre los gobiernos del área. Por eso resulta imperativo alcanzar en cada país formas de unidad social y política de las grandes masas explotadas y oprimidas, que concurran a esa tarea histórica con toda la pluralidad de nuestros pueblos y las características propias de cada uno. No se trata de buscar formas que encierren una algarabía de siglas en instancias por definición pasajeras e impotentes, como pudieron verse en los últimos tiempos. Se trata de asumir definiciones netas en cuestiones axiales que cimenten la unidad real de las mayorías, articularse organizativamente en función de la pluralidad y heterogeneidad de esos conjuntos y sumarse desde allí al torrente latinoamericano en pos de la emancipación. Para esto, un objetivo esencial es luchar contra la participación de tropas argentinas en la Minustah, fuerza de ocupación de la ONU disfrazada de misión de paz en Haití.

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