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miércoles, 15 de julio de 2009

Balance y perspectivas

Por Luis Bilbao

El mismo Voto Protesta de octubre 2001 se manifestó de manera diferente: neta en el rechazo al gobierno; equívoca y errática en la búsqueda del opositor. Quien se tome el trabajo comprobará que El Espejo previó este desenlace, como lo hizo cuando propuso el Voto Protesta desde 1997 a 2001. Con cartas a su favor, los medios se han lanzado a potenciar la confusión y convencer a la sociedad de que Argentina vira a derecha. La reacción en sus vertientes liberal y fascista centra su poder de fuego en esa táctica, perversa pero eficiente. Se trata de otra impostura: los candidatos de la derecha camuflaron sus posiciones. Michetti se limitó a poner inmensos carteles con un signo amarillo: > (símbolo para iniciar en todos los aparatos electrónicos) y su nombre. Jamás se ha visto tamaña fuga de la realidad y la lucha política. Aún así, el Pro perdió 16 puntos en relación con lo obtenido en primera vuelta en la última elección, y el 30% si se considera el resultado del balotaje. ¿Victoria? Con otra como ésta, Macri no sólo deja de ser presidenciable, sino que va a acompañar a tantas estrellas fugaces al basurero de la historia. El cuento de Casa Tía, De Narváez, adecuó su discurso a lo que las encuestas le indicaron: en la recta final salió a defender la estatización de las privatizadas... Logró votos, pero rompió su alianza.

Sin espacio para el exitismo, se puede afirmar que en caso de haberse concretado el bloque opositor en ciernes a comienzos de año, antes de la maniobra del adelanto de la elección, un conjunto de sindicalistas combativos, políticos comprometidos, luchadores de diferentes vertientes y una mayoría de las organizaciones de izquierda hubiese sido el polo de atracción para receptar la voluntad mayoritaria de rechazo al oficialismo. El desplazamiento del Voto Protesta a la búsqueda (viene de tapa) de una alternativa concreta, aunque haya dado lugar a adefesios como De Narváez, es un paso adelante en la evolución de las masas hacia el protagonismo político. Nada más falso que la interpretación según la cual la derrota de Kirchner equivale a la victoria de los agentes del gran capital local e imperialista y su victoria hubiese significado lo contrario. Lo que vendrá No es difícil prever lo que viene. El PJ vuelve a su cauce y el gobierno se desgrana. La derecha salta al ruedo. La estabilidad institucional está en juego. Seis días después de haber explicado con sorna típica que un desastre electoral no requiere cambios de gabinete, la presidente Cristina Fernández se vio compelida a un enroque en su primera línea. Tres renuncias no pedidas, e indeclinables (entre ellas la de un intelectual veterano en transversalidades) la obligaron a ponerse en evidencia. Dos gobernadores rechazaron la oferta de ocupar los cargos vacantes: el eje ya está en otro lado. Mientras esto ocurría, el titular de la CGT hizo una impúdica cabriola y anunció su apoyo a Eduardo Duhalde para la presidencia del PJ. Con esa palanca recuperó cargos redituables en el gobierno, pero está claro que sólo sostiene a la Presidente como la soga al ahorcado. Detrás de estos movimientos está el desplazamiento de las clases. Perdido el respaldo electoral sin signo que sostuvo en las urnas al matrimonio hasta el 28 de junio, el elenco gobernante carece de toda base de sustentación. La burguesía industrial se reacomoda: el programa imperialista que la hizo pasar a la oposición a fines de los 1990 ya no está vigente en los centros del capitalismo mundial. Sueñan otra vez con ser socios menores de una imposible recuperación de la crisis. Duhalde busca su nota en la misma sintonía. La clase obrera mostró –hasta donde una elección puede mostrar algo en ese sentido- que no reconoce opción propia, pero tampoco cae en el chantaje ensayado por el gobierno. La abstención, inusualmente alta, fue mayor en los centros de concentración proletaria. Las clases medias se disgregan en toda dirección, con la oposición al oficialismo como factor común. Mientras tanto la fuga de capitales y la recesión se acentúan. En el último año salieron del circuito financiero –la mayor parte hacia el exterior- más de 40 mil millones de dólares. El giro económico cae desde el último trimestre de 2008 y para este año las estimaciones del retroceso van de -3% al -5%. A escala mundial, ya se acallan los manipuladores que intentaron convencer de que la crisis comenzaba a remontarse: en su reunión en Italia el propio G-8 admitió que “la situación sigue siendo incierta; riesgos importantes siguen pesando sobre la estabilidad económica y financiera (...) los efectos de la crisis en los mercados laborales pueden poner en peligro la estabilidad social”. Es una buena síntesis, aunque cabe aclarar que la incertidumbre se limita a las posibilidades de que la recesión se detenga en el próximo semestre o se transforme en franca depresión: la recuperación y el crecimiento están excluidos. Quien crea que esa realidad no toca a Argentina, miente o delira. En este contexto se desenvolverá la coyuntura política local. La desocupación aumentará desde ahora mismo, cuando el Estado deba dejar de pagar los salarios a empresas privadas como lo hizo hasta ahora, para ganar la elección. Las luchas sociales, todavía dispersas, proliferarán. Para gobernar, Kirchner no puede volver al PJ y tampoco recrear con fuerza real el transversalismo. El gobierno queda sujeto a la derecha política y sindical. Le restan pocas alternativas: hacer lo que ella mande o resquebrajarse hasta perder el equilibrio. El llamado al diálogo intenta demorar esa opción de hierro. En teoría, también tiene la posibilidad de llamar a las masas a la movilización general y la organización independiente, con un programa antimperialista y anticapitalista. No lo hará. De modo que esa tarea queda en manos del conjunto de cuadros y organizaciones de todo género que comprendan la urgencia de la hora. Y asuman que las características mostradas por el electorado –en primer lugar la clase obrera- en cuanto a confusión y volatilidad, se acentuarán en el porvenir inmediato.

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