Periódico de jóvenes y trabajadores, antimperialista y anticapitalista

El Espejo Nro 194

Última edición del 2010

Para debatir y opinar

Grupos de Google
Suscribirte a El Espejo de Argentina y el mundo
Correo electrónico:
Consultar este grupo

jueves, 15 de abril de 2010

Catalejo: Bicentenario con mil millones

Insípido como suelen serlo sus pares, el máximo ejecutivo de Ford fue recibido en Argentina, en el año del Bicentenario, a la manera de un prócer del siglo XXI. Alan Murray, con su traductora a cuestas (porque el grande hombre no habla castellano), entró al salón Blanco de la Casa Rosada con gesto que difícilmente podría ser asimilado al de un Libertador. A decir verdad, lucía más bien tonto. Pero eso puede ser subjetivo. Como sea, fue recibido con toda la pompa. Es que el hombre trajo la promesa de invertir en Argentina, en el año del Bicentenario, nada menos que... ¡¡mil millones de pesos!! El hombre de la calle puede conmoverse ante semejante inversión. Pero la presidente Cristina Fernández mantuvo distancia: puso su propia traductora, con lo cual se ubicó a la altura de su huésped: ella no habla inglés. Esa puede ser una razón para que ignorara que Ford -como todas las grandes automotrices estadounidenses- fue rescatada hace un año de la quiebra irremediable por un plan desesperado de quienes a última hora comprendieron qué ocurriría si cientos de miles de obreros mecánicos estadounidenses quedaban sin trabajo.

No importa. Esos son detalles. El hecho es que el bueno de Alan venía con un cheque de ¡¡¡mil millones de pesos!!! Ignorar el castellano o el inglés, a ciertos niveles de responsabilidad, es un signo indicativo. Pero perdonable. Al fin y al cabo, si uno se ocupa de cosas importantes, como por ejemplo hacer dinero, no le queda tiempo para banalidades como aprender idiomas. En cambio, sobre todo si uno se ocupa de hacer dinero, es alarmante y definitivamente condenable desconocer los rudimentos de la aritmética. El mismo día y a la misma hora en que se agasajaba a Murray en una punta de la Avenida de Mayo, en la otra (donde se emplaza el imponente edificio del Congreso de la Nación), Diputados y Senadores amagaban discutir la utilización de las reservas del Banco Central para pagar deuda externa. Entiéndase bien: de la misma manera que los porteños amagan a los gritos pelearse por un incidente de tránsito: sin consecuencias. El punto es que el monto en cuestión ronda los cinco mil millones de dólares. Y tiene nombre oficial: “Fondo del Bicentenario”. Pena que no hubiese un intelectual de Carta Abierta allí, para traducirle y asesorar a la Presidente. Véase: mil millones de pesos, al cambio del día, equivalen a 294 millones de dólares. Mientras que 5000 millones de dólares equivalen a casi 20 mil millones de pesos. Si en lugar de una traductora al inglés Fernández hubiese tenido a su lado una maestra de 4° grado, ella hubiese podido explicarle que los 1000 millones de pesos de Alan entran unas 20 veces en la cantidad que su gobierno estaba transfiriendo en ese instante a los jefes del ejecutivo de Ford. O para decirlo de otra manera: que la formidable contribución de Ford al bienestar nacional, era la vigésima parte (un 5%) de lo que el gobierno podría invertir con fondos propios. Puede decirse de otra manera: la suma del buen Alan podría ser multiplicada por veinte (o, lo que es lo mismo, el 2000%), con el sólo recurso de no darle a él los fondos acerca de los cuales el Congreso no puede debatir. Si en lugar de una traductora, o una maestra de 4° grado Fernández hubiese tenido a su lado un/a economista político con formación elemental y probidad moral, éste le hubiese asegurado que Argentina pagará por deuda externa hasta el fin del mandato de Fernández por lo menos cuatro veces ese monto, con lo cual los mil millones de pesos de Alan se reducen a un chupetín. He allí los problemas de no hablar inglés. O, si se prefiere, de tener como ministro de Economía a un miembro de la UCeDe, el partido de Álvaro Alsogaray. El mismo que puso su equipo a disposición del innombrable gobernante entre 1989 y 1999. Quien tampoco hablaba inglés. Pero lo entendía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario