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jueves, 16 de septiembre de 2010

Catalejo: Diplomacia

Héctor Timerman, canciller de Cristina Fernández, reparte su tiempo entre apariciones públicas al lado de Osvaldo Papaleo, Hebe de Bonafini y cubanos mayameros, mejor conocidos como gusanos o, más precisamente, gentuza a sueldo de la CIA, a quienes recibió días atrás en la sede de la diplomacia argentina.

La versatilidad de este individuo no comenzó ahora. En febrero de 1976 dirigió un fugaz diario, denominado La Tarde, cuya exclusiva función fue difundir la necesidad del golpe primero y defender a Videla después.
Como suele ocurrir en estos casos, la operación no salió bien y su padre, Jacobo, pagó con secuestro y tortura (a la inversa del saldo que había obtenido cuando fue portavoz de otro golpe, en 1966, aquella vez en favor de Onganía).
Timerman hijo se exilió en Estados Unidos. Y se sumó desde allí a organismos de inequívoca filia-ción, al servicio de campañas contra Cuba y a favor de los crímenes sionistas.
Más o menos cuando Fernández denunciaba supuestas amenazas golpistas aquí, designó a Timerman como embajador allá, es decir, en el lugar donde se fabrican todos los golpes del mundo. Y de allá lo trajo aquí, a la cancillería, cuando destituyó a Taiana, que golpista seguro no era.
Ya en su nuevo puesto, Timerman designó a su vez a su segundo en el Palacio San Martín: Luis María Kreckler. Se sacan chispas: Kreckler es más anticubano que su jefe, como lo demostró cuando era menemista y embajador en Panamá y utilizó su lugar para que el gobierno argentino de entonces colaborara orgánicamente con las andanzas del terrorista mayamero Mas Canosa.
Hombre diplomático, Timerman no hace asco a reunirse con Papaleo, lugarteniente de Isabel y López Rega ahora reciclado, que no le hizo fácil la vida al padre del canciller; ni con Bonafini, que usó todo su conocido léxico para calificar a Jacobo, en otros tiempos.
Son cosas de la diplomacia progre.
Asegura una proposición filosófica que todo lo real es racional. Dada vuelta, esa afirmación lleva a creer que lo irracional no es real. Aunque lo parezca por un tiempo.

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