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El Espejo Nro 194

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jueves, 16 de septiembre de 2010

El estudiantazo

Por Héctor Tepper*

Fue un vidrio que se cayó, un pedazo de mampostería que se vino abajo, aulas sin calefacción, fueron pésimas condiciones de higiene. Así comenzó la protesta en una escuela secundaria, y luego se sumó otra y después otra y otra más, y así fue propagándose en forma espontánea por todas partes. Los estudiantes de las escuelas secundarias entraron en un proceso de deliberación, preguntándose si podían seguir estudiando en esas condiciones e interrogando y escuchando a docentes y a padres, y sumándolos a su protesta. Ese fue el comienzo, pero en realidad se trata de una acumulación de sensaciones y sentimientos críticos y de profundo disgusto, por el que los estudiantes han venido transitando desde hace ya bastante tiempo. La reacción dice “lo que pasa es que no quieren estudiar” y tienen razón: los estudiantes no quieren estudiar más en estas condiciones y exigen ser respetados y que se cumplan las promesas electorales y que se les garanticen condiciones dignas para estar tantas horas semanales en los colegios.

El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, ganó las elecciones con una propuesta básica: gestión y eficiencia. A tres años ya de aquel momento el reclamo está dirigido en la misma dirección prometida y no cumplida: le piden gestión y eficiencia, aspectos en los cuales este gobierno hizo gala de una enorme pobreza. ¿Y cuál fue su respuesta cuando los estudiantes comienzan a tomar los colegios, se movilizan y entran en estado de asamblea? ¿Acaso comenzar a cumplir con lo prometido? No. ¿Tal vez iniciar algunos trabajos de mantenimiento? Tampoco. Su respuesta fue criminalizar la protesta: elaborar listas negras con los nombres de los estudiantes activistas para entregarlas a la policía. O sea que no sólo no da una sola respuesta válida sino que toma el camino de la represión, retomando las peores tradiciones de la derecha. Atrás de esto, dicen, existe un interés político. Un nuevo acierto de análisis. Sí, es totalmente cierto, existe un interés político. ¿Y cuál es? Los estudiantes comienzan a deliberar en asambleas, o sea adoptando un método totalmente democrático, y siguen avanzando en sus análisis, para llegar a la conclusión de que no hay respuestas a los problemas de infraestructura, lisa y llanamente, porque el gobierno de Macri y las clases dominantes tienen un plan: eliminar la educación pública o reducirla, por lo menos, a su mínima expresión, mientras siguen subsidiando la educación privada. Entonces no vuelcan fondos para el mantenimiento de los edificios y pagan sueldos docentes mucho más bajos que los que reciben los educadores de las escuelas privadas, porque el objetivo político es ese: que la educación pública quede denigrada y sirva sólo para los hijos de los sectores más pobres de la sociedad. Y contra esa política levanta su voz el estudiantado. La consigna es “Por la defensa de la Educación Pública”. Y la protesta se extiende a diestra y siniestra, y comienza a involucrar también a las facultades. Pero el movimiento no queda limitado a los estudiantes. Se suman los docentes que reclaman mejores salarios y se solidarizan con la protesta estudiantil, y encuentra eco en los familiares que apoyan las medidas de lucha y sobre todo, el reclamo principal: la defensa de la educación pública. Pero no sólo es contra el gobierno de Macri. Cuando la presidenta intenta sacar rédito de esta situación apoyando la protesta como si estuviera limitada sólo a la Ciudad de Buenos Aires, la respuesta de los estudiantes movilizados fue contundente: las escuelas del Gran Buenos Aires están igual o peor que las que dependen de Macri.
El eje del debate no es como pretenden instalarlo algunos medios: toma sí o toma no. Este es el método que han elegido los estudiantes en forma democrática para defender sus legítimos derechos, y debe ser respetado y apoyado. El punto central del debate es qué hacemos con la educación pública. Estas son las banderas con las que se movilizan: “Queremos estudiar en condiciones dignas” y “En defensa de la Educación Pública”.
A todo ello se le suma un aspecto trascendental: los contenidos de las carreras. Hay que cambiarlos, hay que estudiar y proponer una reforma en la enseñanza secundaria y universitaria, una reforma cultural, para que la historia argentina no sea contada como hasta ahora, sino desde la óptica de los revolucionarios de Mayo, y que las cuestiones económicas, sociales, jurídicas y políticas presentes en los planes de estudio sean enfocadas desde una ideología emancipadora y no, como ocurre en la actualidad, al servicio de las clases dominantes. Y este es el camino que se está transitando.
Como no ocurría desde hace muchísimos años, la juventud vuelve a movilizarse. La lucha ha traspasado los límites de la Ciudad de Buenos Aires y se va desparramando por todo el país, pues ya se suman las protestas de escuelas y facultades de la provincia de Buenos Aires, de Santa Fe, Rosario, Mendoza, Formosa y Córdoba, consiguiendo la adhesión de otros sectores de la sociedad, y todos, convergiendo hacia la gran Marcha Nacional de la Educación Pública, que se hará el jueves 16 de septiembre, y que promete por su masividad, convertirse en “el estudiantazo”. En ese día, se cumplen 34 años de la tristemente célebre Noche de los Lápices, cuando varios estudiantes secundarios fueron desaparecidos por la dictadura militar por luchar por el boleto estudiantil. Entonces, ese día homenajearemos a los compañeros desaparecidos y continuaremos su lucha, dando batalla contra los enemigos de la educación pública. Y frente a la falta de respuestas de los funcionarios responsables, llámense Mauricio Macri o Cristina Kirchner, la juventud utiliza todos los medios a su alcance para llevar adelante su lucha y exigir respuestas concretas e inmediatas: delibera, se reúne y decide en asambleas democráticas, da clases públicas, toma los centros de estudios y se moviliza masivamente y con el apoyo explícito de docentes, familiares y otros sectores sociales. Y es un deber ineludible de todos los actores políticos de la Argentina estar presente en cada una de esas manifestaciones y dar su total apoyo a esta justa lucha, que abre una nueva esperanza para que esta juventud se convierta en factor de recomposición de fuerzas y alimento de una estrategia de masas para la revolución.

(*) Participación Urbana en Proyecto Sur

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