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El Espejo Nro 194

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Cultura: políticas de devastación

Realidad: desde que asumió como jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri promovió políticas que han llevado a la destrucción de la cultura; sobre todo atacando al arte como transformador social en ámbitos y espacios donde no sólo se gestan hechos artísticos, sino que se estimula a pensar y a cuestionar.

La cultura es algo fundamental en toda sociedad. Mediante el hecho artístico y cultural no sólo se entretiene, sino también se educa y se logran únicas y diferenciadas sensaciones en las personas. Sin embargo, para el poder establecido, en este caso en la Ciudad de Buenos Aires, todas estas cualidades pueden convertirse en un arma que afecte sus intereses de clase. Es innumerable la cantidad de centros culturales barriales, talleres y espacios públicos utilizados con fines culturales, que han sido cerrados, trasladados o directamente desalojados por la fuerza pública.
Esta es una decisión política concebida desde el comienzo de la etapa macrista. Los hechos violentos que han sufrido algunos espacios culturales, propiciados desde el gobierno comunal, no tienen difusión masiva en la prensa comercial. El vecino de la ciudad de Buenos Aires se entera a través de las noticias en periódicos barriales o por transmisión oral, mediante “el boca a boca”.
Un cuestionamiento central que se le hace a Macri desde diversos sectores, es el de gestionar la ciudad como si fuese una empresa. La cultura y el arte no escapan a esta premisa.
Esta lógica y esta concepción de gobierno hicieron, por citar un caso, que no se comunicara a los trabajadores de la biblioteca del Teatro Colón el traslado de la misma. De forma arbitraria fue mudada a tres contenedores que están al aire libre, con muchísima bibliografía acumulada durante años, expuesta a los fenómenos climáticos, en el mejor de los casos. El Teatro Colón, como símbolo de la ciudad, fue restaurado a medias: los baños se inundan; a pico y pala se rompieron antigüedades valiosas y otras fueron salvadas y conservadas por los propios trabajadores. Hubo una reestructuración de personal, enviando gente con muchos años en la rama del arte a sectores administrativos de los hospitales, por citar un ejemplo. También el teatro General San Martín fue utilizado con fines ajenos a su actividad, en tanto fue alquilado a un particular para que celebrara allí su cumpleaños. Este son sólo dos ejemplos de una infinidad que constituyen una política cultural basada pura y exclusivamente en el lucro y en la exposición banal y la tilinguería.

Condiciones labores precarias

Con relación al Teatro Colón, los figurantes ocupan la escala artística (y de sueldos) más baja en los elencos. Éstos no están contratados por el teatro, sino que firman un contrato informal de duración breve, en general hasta que termine la ópera para la que han quedado seleccionados. El Espejo consultó a un trabajador despedido por haber reclamado, quien nos señalaba que no están garantizados los derechos mínimos. Esto es, obra social, pago doble por trabajar domingos y feriados, horas extras, no cuentan con aseguradoras de riesgo del trabajo y ni siquiera algo básico: el pago en término. Los sueldos son pagados una o dos veces al año, todos juntos. Y los trabajadores deben tener una disponibilidad de más de doce horas diarias, todos los días, cuando a veces durante una semana no se los llama para trabajar, y obviamente, no se les paga. Por eso les resulta tan simple echar a los trabajadores que firman un contrato: al no estar inscriptos, no existen para la ley y los patrones hacen y deshacen a su antojo; el gobierno de la Ciudad es cómplice de estas maniobras.
De todos modos y a pesar de los enormes esfuerzos por avasallar la cultura, siempre está presente la resistencia que hace que esta se cuele por intersticios que el poder de turno no puede destruir.

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