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El Espejo Nro 194

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miércoles, 25 de agosto de 2010

La descentralización municipal: la dimensión de lo nuevo


El 5 de junio de 2011 se deben realizarse las elecciones en las quince Comunas (Municipios) que tendrá como soporte la Ciudad de Buenos Aires. Existen aún dificultades para que la descentralización de la ciudad encuentre el punto de partida. El conjunto de los actores institucionales que la harán posible se vienen moviendo con mucho recelo y lentitud por mezquindades propias a lo nuevo. Y en muchos casos al desconocimiento de su utilidad.

El aporte trascendente a la resolución de los propios problemas de la ciudad y sobre todo su contribución a motorizar el cambio, en debate y acción, del modelo de Estado y país que necesita este extenso territorio nacional, habilita a poner de relieve un factor que retrasa el desarrollo de la Argentina y que es una característica del mismo: la concentración espacial de la población, de la actividad económica y del poder político.
El desarrollo del país, describe un incremento del desequilibrio regional, con su desigualdad económica y marginalidad social, debido sobre todo al alto crecimiento vegetativo de la población y a la acumulación de ésta en pocos centros urbanos.
De ahí la necesidad urgente de planificar las relaciones entre población y desarrollo, propiciando la reformulación y el mejoramiento de las políticas poblacionales del país, la descentralización de los aparatos y estructuras gubernamentales y, por último, el desarrollo regional mediante la descentralización de la actividad económica.
Necesariamente, es preciso preguntarse la razón de ese descenso permanente, hasta culminar en 2001 con una grave crisis política y económica. Sin duda, la crisis argentina es muy seria. Décadas de gobiernos militares tiranos e ineptos, con lagunas de gobiernos representativos formales llevaron al país a un callejón sin salida, donde se han juntado un aparato productivo semiparalizado, récord mundiales de inflación, fuga de capitales y una deuda exterior enorme, aparato burocrático hipertrofiado e ineficiente, fuga incesante de cerebros, además de una serie de deudas morales que siguen marcando la confianza de los ciudadanos (genocidio con miles de desaparecidos y exiliados, guerra por las Malvinas). Todo esto ha conducido al país a un verdadero colapso.
Un país como la Argentina, enormemente rico en recursos naturales, casi autosuficiente en materia energética, gran productor y exportador de alimentos, debe descentralizar su estructura de poder, su estructura económica, el manejo de una serie de resortes esenciales como la cultura, el comercio, las finanzas, los transportes, las comunicaciones, la producción, las fuerzas de seguridad. Si no consigue distribuir a lo largo y ancho del territorio los 40 millones de habitantes que tiene actualmente, acompañando la descentralización económica y política del poder, no va a poder despegar definitivamente. Podrá mostrar una vez sí y otra no, buenos números macroeconómicos, sin resolver tal inequidad, pero a la larga, las soluciones no podrán llegar al núcleo del problema: el desarrollo equitativo, justo e integral regional.
Y fundamentalmente, la injerencia en la democracia, desfocada aún, de los ciudadanos, de la participación de la ciudadanía, es una campana cada vez más sonora. Es la Puerta del Sol de la posible reconstrucción moral, política, económica y social que contribuirá lógicamente al abatimiento de la injusticia y la inequidad.
Inequidad favorecida – o causada prioritariamente - por la concentración del poder, de la población y de la economía, fundamentalmente, en un espacio muy reducido del territorio del país, en la ciudad metropolitana de Buenos Aires.
*Por Pompeyo Ramos-Marrau. Miembro del Movimiento Comunero Participación Urbana

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