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El Espejo Nro 194

Última edición del 2010

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Editorial: Qué está pasando en Argentina

El gobierno de los Kirchner se venía desbarrancando, perdiendo paulatinamente su base de apoyo social y todos pronosticaban, después de junio de 2009, que estábamos frente a su ciclo final. Sin embargo, el sector de las clases dominantes representadas en la llamada oposición de derecha o Grupo A (Peronismo disidente, UCR, Coalición Cívica y el PRO, más algunos aliados provinciales) se debate en múltiples reuniones y conflictos, tratando de dar a luz algo de lo que carece por completo: más de un año después de esas elecciones, que ellos consideraron victoriosas, no tienen una figura presidencial, un candidato que lidere ese espacio ni tampoco tienen un programa alternativo. Hay una larga lista de posibles presidenciables pero ninguno logra despegar. No se trata sólo de incapacidades individuales, sino que también y por sobre todo, de que no pueden mostrarle a la sociedad una propuesta que signifique una instancia superior. Y como venimos diciendo en cada uno de los editoriales anteriores de El Espejo, el actual gobierno ha ofrecido por todos los flancos, debilidades, limitaciones y hechos, moral y políticamente indefendibles. Es decir, estaba entregado para ser barrido del campo de juego sin atenuantes. Pero sus rivales dieron por ganado un partido para el que no tenían planes ni jugadores. Y el que estaba perdido sin retorno en junio de 2009, volvió a renacer y a esperanzarse.

Digámoslo en estos términos: no es que el gobierno no sea malo, sino que la oposición de derecha es aún peor.
Las limitaciones de las clases dominantes en la Argentina son de tal magnitud que sólo pueden ofrecer estas alternativas lamentables: un nuevo gobierno de Kirchner o uno de los pobres candidatos del Grupo A. Pero es tal la crisis en que se debaten y tal su absoluta incapacidad para ofrecer una alternativa, que el equipo de gobierno reinante vuelve a soñar con un objetivo que hace un año era imposible de pensar: ganar las elecciones de 2011.
En este cuadro, Elisa Carrió rompe el Acuerdo Cívico y Social siguiendo una lógica muy difícil de entender y Hermes Binner toma distancias de la UCR, al declarar que se opone a eliminar las retenciones al campo, mientras el mismo día la diputada Mónica Fein, titular de la bancada de diputados del Partido Socialista, afirmaba que “Binner es presidenciable”. El diario La Nación decía el miércoles 11, en su columna de opinión, que “el radicalismo se está quedando solo”.
Hagamos aquí un paréntesis. La pregunta es: ¿existe la posibilidad de que Binner encabece un frente de centro izquierda, integrado por Luis Juez en Córdoba junto a la Unidad Popular de Víctor de Gennaro y Proyecto Sur de Pino Solanas? Como hemos expresado anteriormente, esta no es la opción que hubiéramos preferido, pero significa una oportunidad de sumar fuerzas y representantes en un espacio democrático, con figuras del centro y de la izquierda que, al menos, no dejan abandonado todo el escenario a las distintas fuerzas de la derecha. Sabemos de los titubeos, de la fragilidad y del movimiento pendular que algunos de esos sectores -Binner, Juez- nos tienen acostumbrados, pero es una posibilidad que no puede descartarse y es una opción al bipartidismo a que nos pretende someter el sistema. Veremos hasta dónde son capaces de mantenerse en esta línea o si sucumben frente al poder de seducción de la UCR.
En ese panorama y ante tantas muestras de ineptitud de las clases dominantes, el 4 de agosto pasado, tuvo lugar un encuentro reservado sólo para los grandes burgueses: se juntaron en un almuerzo la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Por un lado, los grandes popes de la industria, y por el otro, los representantes de las más importantes empresas del país que, según el diario Clarín, facturan 50.000 millones de dólares anuales y emplean a 300.000 trabajadores. Un encuentro destinado a reclamar reglas de juego claras para continuar desarrollando sus negocios en condiciones de crecimiento económico y manifestar su preocupación por la incertidumbre que significa la ausencia de liderazgos en la oposición.
La gran burguesía se une demostrando su conciencia de clase y haciendo un llamado de atención a sus representantes políticos. ¿Serán capaces los trabajadores y el pueblo de alcanzar un grado similar de conciencia y de unidad para alumbrar una alternativa política? Conocemos nuestras debilidades, y sabemos muy bien que es necesario construir una herramienta política que se proponga la transformación económica y social de la Argentina desde una perspectiva claramente popular: confluencia de los movimientos sociales, de las organizaciones sindicales y estudiantiles, que, junto al aporte de partidos y grupos que permanecen dispersos, sean capaces de construir esa herramienta y defender un programa de liberacion. Tenemos que encontrar los medios y las formas para lograr esa unidad: una organización plural y democrática que convoque y contenga a las distintas expresiones políticas y sociales encolumnadas detrás de las banderas de la transformación económica y social de la Argentina, para que pueda sumarse a otros procesos que recorren el continente suramericano, para ir haciendo nuestra contribución al objetivo de alcanzar la unidad de la Gran Patria Latinoamericana. El Espejo pone todo el esfuerzo militante de los distintos sectores que lo componen, como así también ofrece sus páginas, en forma incondicional, al servicio de esa causa.

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