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viernes, 12 de junio de 2009

Después del 28

Por Luis Bilbao

Con movimientos espasmódicos las clases sociales se desplazan, buscando nuevas posiciones. Ninguna tiene estrategia propia. Muchos menos, los instrumentos necesarios para llevarla a cabo. Los últimos movimientos están dictados por la alarmante desintegración de los aparatos políticos tradicionales. El telón de fondo es la crisis económica internacional, que recién a partir del próximo semestre comenzará a sentirse con fuerza en Argentina.
El sentido del desplazamiento de la erróneamente llamada “burguesía nacional” no deja lugar a dudas. Por primera vez en la historia su línea de acción se traza a la luz pública: la cúpula completa de la UIA (Unión Industrial Argentina) se fue a Washington. Es un gesto sin precedentes en la vergonzosa historia de esta cúpula empresarial. Para no dejar dudas, siquiera informó al embajador argentino el Hotel en que se hospedaría.
Hace tiempo que este sector retiró el respaldo al gobierno. En 2006 intentó una línea de reemplazo con la candidatura de Roberto Lavagna. Pero el economista no dio la medida política y el plan se frustró. Por entonces, esa clase raquítica y cipaya todavía jugaba al subibaja con la Unión Europea. El colapso del capitalismo mundial volcó todo el peso hacia el imperialismo mayor. Y allí están: programando formas conjuntas para afrontar la oleada revolucionaria anticapitalista que viene cobrando fuerza en Suramérica y expandiendo su radio como un ciclón.
La excusa de la UIA es la nacionalización de Techint en Venezuela. Y el eje para articular la reacción es una feroz ofensiva contra la Revolución Socialista Bolivariana.

El rechazo empuja a derecha

Las clases medias, en cambio, no sabe adónde apuntar. Es lo que cuadra a su condición. Aparte los registros cotidianos de su desesperación, las escasas encuestas serias que miden el humor social indican que el rechazo al gobierno las empuja en masa hacia la derecha.
Todo ese conjunto depende, sin embargo, de un actor ausente: la clase obrera. El largo repliegue, consumado a niveles nunca vistos desde 1991, queda registrado con un hecho absurdo, infamante, doloroso: el único acto público de carácter sindical en Córdoba el 29 de mayo, en conmemoración de los 40 años del Cordobazo, con algo menos de dos mil asistentes de los cuales 700 fueron llevados desde Buenos Aires y Santa Fe, lo presidió Hugo Moyano, el titular de la CGT.
Cabe un paréntesis para subrayar que en defensa del honor y la memoria, H.I.J.O.S de Córdoba realizó una intensa actividad callejera que desafió el frío, la lluvia y sobre todo el vacío que el grueso de las dirigencias sindicales y políticas le hicieron a ese aniversario trascendental. Otro esfuerzo en el mismo sentido, aunque en recinto cerrado, fue el que decenas de cuadros sindicales, políticos y estudiantiles de todo el país realizaron con un encuentro en Huerta Grande, sobre el que se informa ampliamente en esta edición.
Como quiera que sea, el hecho es que la única clase social con la fuerza potencial suficiente para cambiar el rumbo del país, está paralizada. Su representación política está usurpada y el conjunto arrastrando en sentido contrario a sus intereses inmediatos e históricos: Moyano es hoy el único sostén del gobierno nacional. Y lo sostiene como la soga al ahorcado.
Después del 28 este cuadro tendrá consecuencias severas. En alocados esfuerzos por evitar una aplastante derrota electoral, el gobierno ha apelado a medidas contrarias a todo concepto de institucionalidad y quema sus naves. El oficialismo perderá la elección general: tendrá menos diputados y puede perder la mayoría en ambas cámaras. Si, además, Kirchner gana por escaso margen en Buenos Aires, su diluida autoridad política caerá a cero. Y en esas condiciones deberá afrontar la necesidad de un ajuste general de la economía y la irrupción de la crisis, con la aceleración abrupta de la desocupación en primer lugar. La vulnerabilidad del gobierno ante el imperialismo y la reacción local será extrema. En ese cuadro: ¿qué rumbo escogerá Kirchner para autodefenderse?

Definiciones

Véase lo siguiente: cuando Hugo Chávez nacionalizó tres empresas de la transnacional italiana Techint, Moyano fue el primero en salir a la palestra para sostener que “eso no es lo que nos enseñó Perón. Estamos en contra de la estatización”. Una semana después, corriendo tras los votos y el equilibrio, Néstor Kirchner completó: “el modelo venezolano no es el modelo argentino” (¿qué haría Kirchner si en lugar de repetir la palabra ‘modelo’ debiera reemplazarla por algún concepto?).
Pero todo eso es el anecdotario intrascendente de la degradación argentina. El problema es qué hará nuestra clase. Qué harán quienes se postulan como sus dirigentes (póngase de lado a los agentes del capital enquistados en los sindicatos).
Los nombres más connotados de la CTA volvieron a sacarle el cuerpo a la responsabilidad ante las elecciones. Los agrupamientos sectarios sólo se esforzaron por retocar mejor las fotos para afiches de campaña. Como excepción, Fernando Solanas puso el pecho e intentó una coalición con un programa de reivindicación nacional y social. Por razones diversas, el proyecto quedó reducido y luego se cerró sobre sí mismo. Después, el vértigo electoralista primó sobre la necesidad de afirmar bases organizativas perdurables. Pero como en muchos otros casos, en cada lugar del país y en las más diversas expresiones electorales, allí palpitan cuadros con voluntad de acometer la única estrategia posible: el combate frontal contra el imperialismo y por el socialismo del siglo XXI.

En el cuarto oscuro

Votaremos a esos hombres y mujeres que bajo diferentes siglas, con diferentes historias, irán a esta farsesca y tramposa elección. Y luego los respaldaremos en sus funciones legislativas, en la exacta medida en que sean consecuente con sus promesas y se dispongan, a partir del 29 de junio, a converger en un haz de fuerzas multifacéticas y multitudinarias, con el explícito objetivo de poner rumbo a la revolución.

Buenos Aires, 9 de junio de 2009

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