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viernes, 12 de junio de 2009

Techint y la jauría

Una coalición conocida de antiguo en Argentina, saltó con furia al escenario político para denunciar a Hugo Chávez por la nacionalización en Venezuela de tres empresas de Techint. Cámaras empresarias, grandes medios de prensa comercial y comentaristas al uso en diarios, radios y televisión.

Al unísono, sin el más elemental respeto por los hechos y la verdad, acusaron a Chávez como un monstruo que pone en peligro la convivencia suramericana. En un editorial el diario La Nación calificó al presidente venezolano como “el dictador”. En los últimos diez años, en Venezuela hubo 14 elecciones. Tres de ellas, por la presidencia. Chávez ganó 13; un referéndum para modificar la Constitución lo perdió por centésimos y a la medianoche de aquella jornada reconoció la derrota. Organismos de Estados Unidos y Europa –el centro Carter entre ellos- reconocieron en cada oportunidad que los comicios fueron impecables. Organismos y expertos en materia electoral de todo el mundo admiten que la votación electrónica implementada en Venezuela en los últimos años -que a esta altura cubre la totalidad del país- es la más moderna, segura y confiable del mundo, superando incluso a los mejores ensayos en los países avanzados.
No importa: un tinterillo ignorante e inmoral, a sueldo de La Nación, puede escribir “el dictador venezolano”. Ese diario puede publicarlo. Y el mundo intelectual y político argentino aceptar tamaña falta de seriedad sin decir una palabra. No se requiere un dato más para comprobar en qué estado de degradación y corrupción moral están las clases dominantes argentinas.
Años atrás, esa misma coalición preparó primero el terreno para el advenimiento de la dictadura militar de 1976 y luego la sostuvo en medio de los peores crímenes cometidos en nuestra historia. Ni uno solo de esos diarios calificó a Videla de dictador. Ni uno solo de esos comentaristas denunció la desaparición de personas…
En una primera instancia, la jauría intentó sacar rédito electoral de ese acontecimiento. “Kirchner hará lo mismo después del 28, si gana”, dijeron. Los candidatos de la oposición liberal acompañaron con frenesí esta denuncia ridícula. Y se sumaron al coro anti-Chávez, repitiendo mentiras y calumnias. Pronto comprendieron el error garrafal que estaban cometiendo: si continuaban, el gobierno sería identificado ante el conjunto social con el de Venezuela. Allá se recuperó el control sobre las riquezas naturales, se expropió a las transnacionales que esquilmaron al país durante décadas y se volcaron todas esas riquezas en favor de la población empobrecida. ¡Eso y no otra cosa quieren las mayorías en Argentina! ¡El oficialismo arrasaría en las legislativas de fin de mes! Entonces, así como comenzaron la campaña de calumnias, la terminaron. Desafortunadamente, uno de los objetivos buscados por esa derecha teledirigida desde Washington, fue logrado: el gobierno salió a la palestra para aclarar que no tiene intenciones de, por ejemplo, recuperar YPF, ENTEL, empresas mineras, ferrocarriles, empresas de pesca marina, etc.

Qué hizo Chávez con Techint

La decisión del gobierno venezolano se explica en dos planos diferentes. El primero, la decisión estratégica de avanzar en la transición al socialismo. Desde hace por lo menos cinco años Chávez gana las elecciones porque convoca a la población a construir el socialismo del siglo XXI. Quienes se asombran ahora de que un conjunto siderometalúrgico sea expropiado, sólo revelan que están convencidos de que las promesas sólo sirven para ganar votos. Les extraña que alguien las cumpla. Se arrancan los cabellos de desesperación cuando alguien lo hace: imaginan lo que ocurriría si aquí se exigiera lo mismo…
Pero en otro plano, la expropiación de un conjunto de empresas del área, entre las cuales tres de propiedad de la transnacional vaticana Techint, es una necesidad imperativa para avanzar en la integración productiva no ya en términos de la economía venezolana, sino en función del Alba, la Alternativa Bolivariana para las Américas, integrada ya por ocho países y que se propone avanzar en un sistema de complementariedad solidaria. Para ello es imprescindible que las industrias de base se desliguen de la búsqueda del lucro como motor para la producción. La integración es imposible si en medio se cruza la competencia empresarial privada. Y como esa imbricación productiva, separada del mundo imperialista, es imprescindible y urgente en medio del colapso mundial capitalista, es claro que urgía también tomar control de la producción siderúrgica. Así de simple: una estrategia que se cumple paso a paso; una coyuntura que exige acelerar el ritmo de aquellos objetivos.

Venezuela y el Mercosur

Guiados de la mano por los estrategas alicaídos del Departamento de Estados, y creyendo golpear en zona sensible, la UIA y el coro de prensa corrupta se lanzó entonces a tratar de impedir la incorporación plena de Venezuela en el Mercosur. La UIA resolvió formalmente intentar un acuerdo con su homóloga brasileña, la FIESP (aunque ésta sí es una cámara industrial con fuerza y estrategias propias), para bloquear el ingreso de Venezuela. Y luego viajo en masa a Washington para formalizar su negocio: “nosotros los ayudamos para enfrentar a la revolución bolivariana, ustedes nos dan alguna migaja”.
Si fuera sólo mezquindad e inmoralidad proimperialista, ya sería suficiente. Pero hay algo más: esa táctica es una soberana tontería.
Apenas algunas razones para esa afirmación:
1. a todos los efectos prácticos, Venezuela está ya, desde hace tiempo, en el Mercosur;
2. innumerables productores industriales de Argentina tienen ya a esta altura un volumen de negocios con Venezuela del cual literalmente dependen y que en ninguna hipótesis abandonarán de buen grado;
3. ocurre lo mismo con empresas clave de la industria brasileñas que venden servicios y productos a Venezuela;
4. para Uruguay y Paragua, vale el mismo criterio, a la escala correspondiente y con lo que esa escala significa;
5. Argentina necesita desesperadamente de la capacidad energética venezolana; y la necesita en términos de estrategia unionista latinoamericana, porque en crudos términos capitalistas, sencillamente no puede pagarla;
6. el Mercosur… ay el Mercosur es un ente cadavérico, superado en todo y cualquier sentido por la perspectiva –hoy también semiparalizada- de Unasur y jaqueada en términos estratégicos y concretos por el Alba.
De modo que la jauría no ha dado sólo prueba de su completa falta de escrúpulos. También demuestra que la crisis mundial y el descalabro local le ha hecho perder el juicio.

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