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viernes, 12 de junio de 2009

Huerta Grande: Declaración parte 4

Argentina y el mundo

En este cuadro regional el gobierno argentino destaca por haber roto de hecho el frente único suramericano para sumarse sin distingos al llamado de Washington en las reuniones del G-20.
Es preciso señalar la significación estratégica del paso dado por la presidente Cristina Fernández. Mientras el Pentágono alistaba grupos comandos de desplazamiento rápido dispuestos a sofocar sublevaciones sociales no sólo en el interior de Estados Unidos, donde la caldera ya comienza a bullir, sino en países críticos para el equilibrio imperial (México, Perú y Colombia ocupan los primeros lugares en la lista), el Departamento de Estado hizo un movimiento estratégico potencialmente letal: sumó trece países al club de las siete potencias imperialistas y puso en el centro del escenario universal al G-20. Sin vacilar, el gobierno argentino se encolumnó en esa perspectiva. Es probable que en el elenco gobernante no haya habido clara conciencia de la magnitud de ese paso. Hay numerosas pruebas de que la lucidez y la visión estratégica no priman en la presidente y su equipo. No obstante, hay causas de fondo que guiaron el movimiento, más allá de la comprensión puntual. En la semana previa a la reunión del G-20 en Londres y la cumbre de las Américas en Trinidad Tobago, al concluir una reunión de Fernández con el vicepresidente estadounidense Joseph Biden, el canciller Jorge Taiana confesó sin pudor la posición oficial: “pensamos lo mismo sobre la manera de enfrentar la crisis. La Presidente y Biden coincidieron en que los organismos de crédito deben ayudar a aumentar la demanda global”.
Esa definición ideológica no es nueva. En un encuentro en Tarija con sus pares de Bolivia y Venezuela, el 10 de agosto de 2007, Néstor Kirchner se expresó de manera inusual en él, tanto más significativa por la circunstancia en que lo hizo: “con una clara visión neokeynesiana, nosotros creemos que cuando se gasta en inversión pública (...) eso no es gasto público, eso es dignificar a nuestros pueblos para que tengan el nivel y la calidad de vida que merecen. Ésa es la diferencia central que tenemos con el neoliberalismo”.
No es poca cosa proclamarse ‘neokeynesiano’. Es mucho más subrayar que “la diferencia central con el neoliberalismo”, consiste para Kirchner en considerar inversión lo que otros llaman gasto. Pero lo verdaderamente importante en esa declaración de fe es que Kirchner se preocupó por marcar una tajante delimitación ideológica respecto de Hugo Chávez y Evo Morales, quienes escucharon inmutables sus palabras. Poco después, ya en plena campaña electoral presidencial, Cristina Fernández explicaba que el modelo a seguir era el de Alemania, como se lo recordó un año y medio después el ex jefe de gabinete (durante todo el período de Kirchner y los primeros 9 meses de Fernández) Alberto Fernández, mientras prepara un equipo de relevo: “Los argentinos seguimos soñando con el modelo alemán que nos prometió Cristina cuando asumió el 10 de diciembre de 2007”.
La presidente trata de camuflar su definición estratégica asegurando, sin temor al ridículo, que Obama se ha hecho peronista. Artilugios aparte, está a la vista que esto es desarrollismo tardío, más impotente aún que el de fines de los años 1950, el cual -precisamente enfrentado por el movimiento obrero con los Programas de La Falda y Huerta Grande- llevó al colapso del frondizismo en 1962 y el posterior golpe de Estado militar en 1966.
La política interior del gobierno es consistente con estas definiciones ideológicas y de política exterior. No es preciso hacer un listado. Basta recordar que fueron renacionalizadas empresas quebradas y abandonadas por sus dueños (Correo, Aguas, Aerolíneas), mientras se acentuó la entrega en las áreas de aquellas empresas lucrativas (en primer lugar Repsol y Telefónica). El ya abortado proyecto de Tren de Alta Velocidad, explicita con exactitud -por vía del absurdo- la naturaleza de este gobierno. En cuanto a la política denominada “de derechos humanos”, además de apoyar e impulsar sin cortapisas toda medida que implique justicia y reivindicación de nuestros hermanos y hermanas presos, torturados y desaparecidos, exigiremos que no quede espacio para la hipocresía y se atiendan los derechos humanos de millones de compatriotas que hoy están arrojados a la marginalidad y la miseria. La utilización y manipulación política de la ignorancia y la necesidad extrema, provocadas por la consolidación de un país en dos planos (dentro y fuera del mercado capitalista), es un acto criminal comparable con las peores violaciones de los derechos humanos. Un tercio de la población argentina está hoy por debajo de la línea de pobreza. Y de ellos un tercio vive en la indigencia. La demagogia antimilitarista puede servir para que personas dignas cometan actos indignos; pero no abre el camino hacia la concreción de una sociedad humana.
Por lo demás, es imperativo comprender las causas profundas que llevaron a que los mismos civiles que indujeron a la matanza juzgaran a los militares que la perpetraron, para afirmar de una vez una estrategia que convoque a los componentes de las fuerzas armadas ajenos a aquellos crímenes, a sumarse a un proyecto genuino de emancipación nacional y social, poniendo por delante la defensa de la soberanía y la independencia frente a la embestida global del imperialismo.

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